Este año Darren Cunningham, con su acto Actress, no solo asombró confirmó su renombrada maestría este 2020 con el álbum Karma & Desire (Ninja Tune), por ser muy distinto a sus anteriores producciones, porque esta vez también hay un film corto, producido, editado y dirigido por Lee Bootee.
Además de ser la primera vez que incorpora vocales en su trabajo, y ¡qué voces! colaboraciones especiales de alta nomenclatura utilizadas como recursos expresivos narrativos (Sampha, Zsela, Rebekah Cristel), y la exquisita participación de la pianista Vanessa Benelli, que marca el portentoso regreso de Cunningham, luego de cierto aislamiento tras su agotadora colaboración con la London Symphony Orchestra para la obra LAGEOS en mayo de 2018. Pero no vamos a reseñar el álbum, que merece un repaso concienzudo para destacar sus atributos.
Nos enfocamos en esta pieza audiovisual, de 17:50 de duración, una obra maestra de fantasía futurista de Bootee. Lleva el título del disco, Karma & Desire, que mezcla y edita para el soundtrack en una bellísima interpretación audiovisual al estilo inconfundible de Actress, con sus avanzadas de clicks, glitches, tendidos de texturas, samples de spoken word, y piezas en tempo 4/4 de estirpe IDM, trasladados una concepción visual exquisita.
En esta interpretación del álbum hay una clara referencia de homenaje a uno de los grandes del cine alemán, Wim Wenders, en Wings of desire (1987), con el enigmático Yves Tumor personificando al ángel con gabardina de cuero negro y discretas alas blancas, en un misterioso intercambio de romance soterrado, contra-platónico y distópico con la bellísima Zsela. Una ciudad que refulge como un render luminoso en 3D, en su inmovilidad intrínseca, vestimentas, aeronaves personales, arquitectura super stylish y la languidez nostálgica de un futuro pluscuamperfecto.
El corto despliega una narrativa formal y estética post-pop sombría, impecable en el uso de diferentes formatos, dimensiones y tratamientos en las pantallas de un vintage futurista. Asombra el tratamiento de efectos con capas de texturas, en una composición de planos que enriquecen un discurso líquido.
Un anti-romance cifrado en una poética del encuentro y desencuentro, del underground con un cielo demasiado mundano, capturado por la simbiosis improbable, donde el bien y el mal es una acuarela necesaria ante la imposición total de una metrópoli perfecta en su funcionalidad, pero que se encuentra en insertos aleatorios de sucias imágenes de un pretérito holográfico almacenado en alguna memoria discontinua que incita un piano con cierta dulce tristeza a la Satie.
Es notorio que Bootee presenta algunas conexiones narrativas con su anterior trabajo, un video con John Frusciante, para el track “Brand E” de su más reciente álbum. En todo caso cercano al repertorio de temas que le gustan a Cunningham, como él mismo expresa: “amor, muerte, tecnología, el cuestionamiento del propio ser”.
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