Escuchar el trabajo de este músico de Mongolia es una experiencia singular. Además de un nombre impronunciable, Davaajargal Tsaschikhe, también conocido (afortunadamente) como Davaa, a sus 32 años ha logrado colocarse con una propuesta realmente destacada por su calidad en la música experimental contemporánea.
Nos encontramos con un temperamento creativo sublime en su aproximación a la música, desde su natal Ulán Bator, entrega para el sello Chinabot, especializado en artistas asiáticos, un resultado espléndido, en la experimentación con instrumentos tradicionales como el morin khuur y el tovshuur, ambos instrumentos de dos cuerdas, el primero tocado con arco, además del yatga, semejante al “piano” chino o arpa horizontal, con una base de tratamientos electroacústicos y electrónicos en clave drone-ambient y arte sonoro con grabaciones de campo.
Davaa es bastante conocido como vocalista de la banda de rock mongol experimental Mohanik, y en esta aventura solista que ya tiene varios años, por lo menos desde 2015 incursionando en música experimental y otros medios como video, instalación y documental. De formación universitaria en economía y finanzas, Tsaschikhe forma parte del movimiento mongo de arte Human Nature Love Freedom, tan acorde con la herencia cultural nómada de Mongolia. Una de sus misiones es dar a conocer la mística de la ancestral Mongolia, con un profundo sentido de identidad con la naturaleza y sus prodigios áureos.
Su arte tiene la chamánica facultad para extraer la savia tradicional del folk oscuro de las infinitas estepas del norte asiático, en combinación con una estética de escalas tímbricas asombrosas, con poderosos efectos de inmersión aural.
Cada uno de los nueve tracks que componen este álbum es un viaje místico al sonido. Resonancias esotéricas de oscura evocación despegan desde el primer tema, “07.27”, desde un encendido de estática y la percusión luminosa de una especie de xilófono óseo de reverberaciones liberadas. El segundo tema, “Urgeljid Urgeljleh Urgeljlel”, explora los timbres de viento de hermosa agudeza lírica, entreverados en las cuerdas acústicas de rasgueo envolvente, hasta pasar a primer plano y apoderarse del espacio sonoro con tiradas de honda improvisación para enlazarse orgánicamente con un piano atonal.
“Experiment 0003” es un interludio de menos de 2 minutos con cuerdas tradicionales de timbre tan característico.
En el cuarto track, “Empty… But It Doesn’t mean Nothing” la experiencia sonora discurre con unas oleadas de feedback dubbing de cuerdas con una estética minimalista que se desenvuelve en bucles sobre prolongadas secuencias de drones para caer en un relapso de cuerdas talladas en una especie de etéreo detache.
En una tonalidad introspectiva de largos drones “Saran Ulziit Ulemj Badrangui Gegeen Asralt Naran” discurre con una escalada tímbrica en sus casi 12 minutos, que explora las tonalidades más altas para bajar y orgánicamente cruzar las señales con transparencia mayestática.
“Alarm from de desert” es un homenaje a las fuerzas ciclópeas de grabaciones de campo, que abaten las atmósferas del sonido en su encuentro con la magnitud sensorial y sutiles brillos de instrumentos de viento, con una cadencia rítmica entre las cuerdas y la electrónica en una envoltura de ecos.
La pieza central del disco que lleva su título es “Re exist”, con 10 minutos de mezcla sonora con esa tónica de cuerdas en espejos de resonancia líquida y microtratamientos electrónicos, es una versión en estudio incluida en este álbum de la pieza presentada en la Bienal de Arte de Venecia en 2017. La pieza equilibra la fuerza creativa de la tradición étnica de la música de las culturas nómadas con las técnicas de producción propias del arte sonoro, con una invitación expresa a la introspección.
El penúltimo tema de disco “Parallel spirit” experimenta un montaje ambiental oscuro de un drone que soporta efectos locomotores y una sonoridad tímbrica de metales percutidos en una atmósfera lóbrega por momentos dramática pespuntes guturales. Este magnífico álbum cierra con una pieza “Untitled”, un tanto diferente a la temática del resto de cortes. Un piano melancólico introduce un cántico hermoso, ¡faltaba más!, con la siempre reconocible entonación étnica asiática, seguramente un himno mongólico al temple de carácter estepario.
No será la última vez que escuchemos de Daava.
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