En un viaje de autobús de París a Marsella una tarde de verano, cerró los ojos, al pasar por un largo tramo de árboles colocados de manera regular a lo largo de la carretera. El efecto de “golpeteo” de la luz crepuscular sobre sus párpados de pronto creó un efecto sorprendente, un estímulo sensorial con impacto en la señal encefálica. Al cabo de unos segundos la sensación escaló y sintió como una fuga en el espacio y tiempo acompañada de imágenes vertiginosas. Incluso al abrir los ojos persistía ese carrusel visual.
Seguro de su valioso hallazgo, el artista y escritor de origen británico, Brion Gysin, diagramó un artefacto para reproducir la experiencia a voluntad. Platicó sus planes convetidos en misión a su amigo William Burroughs y a su “asesor científico”, Ian Sommerville quien terminó por redondear el prototipo para armar el dispositivo.
Una vez que construyeron y bautizaron la Dreamachine, pasaron horas y felices días dopándose con luz intermitente, a la manera estroboscópica, y muy pronto se convirtió en objeto de culto, lo mismo que la leyenda detrás de los inventores, que no tardaron en emplearla como estimulante de inducción para los experimentos plásticos y literarios del cut-up de Gysin y Burroughs, entusiasmados también por la lectura del libro The living brain (El cerebro viviente, publicado en 1953), de William Grey Walter.
Pero esta historia no tuvo final feliz para Gysin, quien falleció en París en la pobreza, con la ilusión de haber inventado la máxima pieza de entretenimiento para el hogar. Desde entonces se han presentado varios célbres entusiastas de la Dreamachine, como Iggy Pop, David Bowie, Patti Smith y también el gurú lisérgico Thimoty Leary, quien la consideró como “el dispositivo neurofenomenológico más sofisticado nunca antes construido”. Y la leyenda negra dice que Kurt Cobain, otro fan del aparato, se expuso a sus poderes alucinógenos durante 72 horas seguidas antes de suicidarse en 1994.
Las vueltas de la vida llevaron el sueño de Gysin de popularizar su invento al conocimiento de un jovenazo de nombre John-Mark Leonard, alias “Smoke”, empleado a principios de los 90 en una tienda de discos en Niagara Falls, por voz del dueño, quien era fan de hueso colorado de Gysin. Sacudido por la curiosidad y la idea de un estimulante tan exótico, de energía psicodélica renovable, buscó en internet y encontró algunos esquemas para construirlo, pero le ganó la pereza.
Al joven canadiense le llegó otro mensaje del destino cuando en 2008 vio por “casualidad” los últimos minutos del documental FLicKeR de Nik Sheehan presentado en el National Film Board of Canada, sobre la vida y obra de Gysin, y referencias a la Dreamachine. “Smoke” se hace amigo del documentalista y juntos atendieron en 2010 a la primera exposición retrospectiva de Gysin y entre los seguidores del artista “Smoke” compartió la idea de manufacturar y producir la Dreamachine y la acogieron con algarabía.
Con esta idea en la cabeza regresó a Canadá y habló con un viejo fabricante que conoció diez años atrás, de nombre John Weitner, un emprendedor de 59 años, quien le entró emocionado al proyecto poniendo todos sus ahorros.
Curiosamente Sheehan había construido una para mostrar en el documental, pero no muy bien construida y nunca pudo hacerla funcionar excepto en una ocasión en la que dice haber alucinado con angelitos revoloteando a su alrededor, y jura que no es broma.
“Smoke” y Weitner construyeron 650 equipos Dreamachine “plug-and-play” que mandaron construir en una fábrica de Guangzhou, China, con la firme convicción de que pronto estarían en las tiendas y mueblerías como un accesorio de entretenimiento sensorial que estaría pronto en todos los hogares.
Sin embargo, 10 años después no hay rastro de la compañía de este par de canadienses.
Sin embargo, en internet es posible encontrar infinidad de planos y tutoriales para construir uno en casa. Aquí dejamos una receta.
Modelo para armar
En su forma original, una máquina de sueño se arma con un cilindro con cortes a los lados. Se coloca en una tornamesa y se rota a 78 ó 45 revoluciones por minuto. Un foco es suspendido en el centro del cilindro y la velocidad de rotación permite a la luz salir de las hendiduras a una frecuencia constante, entre 8 y 13 pulsos por segundo. Este rengo de frecuencia corresponde a las ondas alfa, oscilaciones eléctricas que normalmente se presentan en cerebros humanos en momentos de relajamiento.
Instructivo
La Dreamachine se “ve” con los ojos cerrados: las pulsaciones luminosas estimulan el nervio óptico y altera las oscilaciones eléctricas del cerebro. El “espectador” experimenta patrones de colores que aumentan de brillantez y complejidad detrás de los párpados. Los patrones se convierten en formas y símbolos que se desplazan alrededor hasta que el “espectador” se siente rodeado de colores.
Se establece que “observando” una Dreamachine permite entrar en un estado hipnagógico*. La experiencia puede llegar a ser bastante intensa, y para escapar de ella, basta con abrir los ojos.
Precauciones
La Dreamachine puede ser peligrosa para personas fotosensibles, epilépticas o con otros desórdenes nerviosos. Se dice que uno de cada 10 mil adultos puede sufrir daños utilizando el aparato, y sucede el doble en menores.
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