¿El fin de la fiesta como la conocíamos?

Si alguien nos hubiera dicho hace un año que a mediados del 2020 estaría prácticamente vetado acudir a este tipo de fiestas o conciertos, los habríamos tildado de conspiranoico irredento y propalador de fake news. Hoy, nadie sabe si volveremos a reunirnos así, a juntarnos así, a celebrar así. Literalmente nadie sabe cómo serán los conciertos, festivales, incluso fiestas particulares dentro de un año, incluso si las habrá siquiera. Después de conocer las medidas de retorno al confinamiento y toque de queda en 8 ciudades de Francia durante al menos 4 semanas, el desaliento se instala de nuevo en occidente. Peor aún si se divulga que los principales focos de contagio se registraron en fiestas privadas, las modalidades de “fête à la maison”, que habían adoptado algunos clubes y productores, se fue dramáticamente al traste. Es una pésima señal en el bastión histórico de la democracia moderna ante una crisis que lejos de amainar, regresa para inspirar medidas draconianas, de confinamiento. Si esta pandemia se volverá endémica, tampoco lo sabemos, pero es claro que la fiesta, como la conocíamos, tardará un rato en regresar, incluso si hubiera vacunas, con miles de empresas culturales y de entretenimiento nocturno en la quiebra sin retorno, con el desplome de innumerables fuentes de empleo, fracturada irremediablemente en muchos casos la viabilidad de crear. ¿Cómo serían las políticas de un club? ¿Vaccine code en vez de dress code? El panorama luce estremecedor para toda la industria del entretenimiento público en vivo. ¿Cómo reemplazar el diseño de sonido y visuales monumentales, la experiencia en vivo, en torres de altavoces con un concierto o set virtual en una minúscula pantalla en bocinas aún más pequeñas en una habitación con un máximo de personas contado con los dedos de una mano? De regresar a las pistas de baile, ¿cómo será la proximidad? ¿El fin del mundo como lo conocíamos? Se habla de nuestra inacabable capacidad de reinventarnos, la resiliencia que nos caracteriza como especie -aunque está claro que nuestro peor enemigo somos nosotros. ¿Estaremos a la altura de recuperar el gozo de manera sostenible?

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