Por Fabián Torres
Cybertarkus
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[Fecha original de publicación en Urbe01 / 23 de noviembre de 2001].
Los expertos en propulsión espacial siguen obsesionados para obtener medios innovadores que garanticen nuestra futura colonización del Sistema Solar, y una de las alternativas deriva del estudio actual de la magnetosfera, burbuja magnética que posee la Tierra, como la mayoría de planetas que orbita el Sistema Solar. Es generada por el efecto “dinamo” de su núcleo metálico fundido, y puede tener una intensidad considerable. Actúa como escudo frente a la peligrosa radiación del Sol y en nuestro planeta es tan grande que funciona como vela empujada por el viento solar, pero no tanto para modificar la órbita.
Los ingenieros ya imaginan la construcción de una magnetosfera artificial alrededor de algún artefacto, posiblemente una nave espacial. ¿Podría navegar impulsada por el viento solar, sin necesidad de emplear una pesada vela física?
Los cálculos lo sugieren: una burbuja magnética de 15 km de diámetro dotaría una fuerza entre 1 y 3 newtons, a una distancia del Sol equivalente a la de la Tierra (1 Unidad Astronómica, 150 millones de kilómetros): bastaría para acelerar a una nave de 200 kg hasta alcanzar 80 km/s de velocidad en 3 meses; si hoy se lanzara una sonda con este sistema, pronto alcanzaría a las Voyager, las más alejadas del Sistema Solar, siendo la primera en superar la heliopausa y adentrarse en el espacio interestelar.
Se han llevado a cabo pruebas experimentales en el interior de una cámara al vacío, y se emplean campos magnéticos de 300 gauss –3 veces más fuertes que los de un refrigerador. El problema es que la intensidad del campo disminuye rápidamente con la distancia de la fuente generadora, y su forma no es adecuada para interceptar el viento solar. Para aumentar las dimensiones de la burbuja artificial, los ingenieros inyectan gas ionizado (plasma) cerca de la bobina. De aquí el nombre del experimento: Mini-Magnetospheric Plasma Propulsion o M2P2.
El resultado ha sido promisorio: se hubiera creado una burbuja de 15 km de diámetro si no fuera por las paredes de la cámara de vacío. Mantener dicha burbuja en el espacio requeriría 1 kW de electricidad al día y menos de 1 kg de helio para el plasma, y a cambio interceptará 650 kW de potencia procedente del viento solar. Curiosamente, el empuje logrado es siempre constante, pues aunque la presión del viento solar disminuye con la distancia, la burbuja “hinchada” aumenta su tamaño proporcionalmente.
Después de todo, aún no se han patentado las burbujas voladoras.
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