“Go postal”, ¿síndrome de una sociedad armada, tensa y baja autoestima?

Una tranquila mañana del 20 de agosto de 1984, lo compañeros de trabajo en la oficina postal del condado de Edmond, un pueblito del medio oeste de Estados Unidos, al norte de Oklahoma City, bromeaban sobre la lentitud de uno de sus colegas al guardar los empaques de entregas del día.

Estaban concentrados en sus labores cuando entró su colega de 44 años, Patrick Sherrill, cartero de medio tiempo. Como todos los días, colgaba al hombro su bolso de servicio, y entró directamente a la oficina de uno de los supervisores, Richard Esser, extrajo una de las tres pistolas que llevaba, un par calibre .45 y una .22, para dispararle directamente al corazón, matándolo al instante. El segundo en morir fue el cartero Mike Rockne. El personal, como en esos casos, pensaron que eran fuegos artificiales, desengañándose hasta ver cuerpos caer y sangre en el piso. En el tiroteo murieron 14 personas y quedaron 6 heridos. También, como suele suceder en esos casos, el perpetrador del multihomicidio se disparó en la cabeza en cuanto el equipo SWAT entró al recinto del drama.

Por supuesto no era la primera vez que una persona se desataba en un arranque homicida para arremeter a todo fuego contra civiles inocentes. Testigos señalaron que Sherrill fue reprendido por Esser el día anterior, y si para este cartero fue suficiente razón para privarle de la vida, ¿los compañeros le caían mal, su furia le cegó, enloqueció?

Lo que queda es especulación y mito, no solo a partir de la supuesta vida solitaria y amargada y desempeño mediocre, veterano que nunca fue a la guerra, sí que le gustaban las armas. Su actitud fulminante, el arrebato insano que le llevó a la matanza de trabajadores postales, es campo fértil para sicólogos, criminólogos y sociólogos. Si bien no es de manera alguna el primer homicidio masivo en la historia de Estados Unidos, sí tiene rasgos que lo hacen particularmente inquietante y que, como un producto del supermercado, fue etiquetado como un arranque “go postal”, algo así como “ponerse postal”, es decir tener un arranque en la oficina y disparar contra los colegas.

Es otra categoría en el catálogo criminal de Estados Unidos y que, por supuesto habrá de tropicalizarse, pero nada como la meca de los multihomicidios.

Solo para hacer un corto recuento de escaparate sangriento, en 1949, el veterano de la segunda guerra mundial, Howard Unruh, descargó su furia en las calles de Camden, Nueva Jersey matando a 13. En 1966, Charles Whitman, de noble profesión exfrancotirador de los marines subió a la azotea de un rascacielos de la Universidad de Texas en Austin y eligió 14 blancos al azar, antes de ser ultimado en una trama que parecía de película. En 1984 James Huberty no entró a un McDonald’s en San Diego a pedir unas hamburguesas sino a matar a 22 personas, incluido él mismo. Y qué decir de la masacre de Columbine del 20 de abril de 1999, tal vez la más referida en la historia de estos casos, pero que han sucedido en la calle, escuela, centros o tiendas comerciales, pero ¿qué onda con la expresión “go postal“, “going postal” o, más aún: “about to go postal“?

Lo que nos llama la atención es precisamente el término, ya que para diciembre de 1993, en que al parecer fue publicado por primera vez en el periódico local St. Petersburg Times, de San Petersburgo, Florida, en un artículo titulado “Violencia en el trabajo vinculada a baja autoestima”, y el 31 de diciembre de ese año en otro artículo de Los Angeles Times, se menciona de nuevo el término y al parecer se establece la etiqueta, para referirse a los asesinatos múltiples en oficinas, llevado a cabo por “empleados letales”. Esos que refunfuñan, se enojan de todo, son desaliñados y amargados, difíciles de trato y hasta golpean el escritorio con el puño si razón alguna.

El caso es que las oficinas postales de Estados Unidos han sido catalogadas como uno de los entornos laborales ejemplares en situaciones de crisis por estrés y precariedad emocional. Claro, porque Patrick Sherrill fue solo el pionero. Desde la balacera en Edmond en agosto de 1986 a la publicación del término, los lectores de periódicos ya estaban familiarizados con la frase porque la historia sangrienta se repitió el 10 de octubre de 1991, en Ridgewood, Nueva Jersey, donde el excartero, Joseph Harris, mató a dos de sus excompañeros. El 14 de noviembre del mismo año, en la oficina postal de Royal Oak, Michigan, Thomas Mcilvane, regresó al día siguiente de ser despedido y asesinó a 4 personas y se suicidó. Y para darle sentido al término, el 6 de mayo de 1993 se registran ¡dos tiroteos simultáneos!

En la oficina de correos de Dearborn, Michigan, el cartero Lawrence Jasion asesinó a una persona, hirió a tres y, sí, adivinaron, después sse mató. Horas después en Dana Point, California, el trabajador postal Mark Richard Hilbun, acribilló a su madre y después asesinó a dos trabajadores.

Sin duda este patrón criminal en las oficinas de correos en Estados Unidos alimentó la leyenda urbana al sembrar en la mente de las personas que algo estaba pasando en el gremio de los carteros. Se hicieron estudios y se concluyó que los trabajadores de correos no están más estresados ni hostigados que otros empleados públicos de ese país.

Lo que sí se destaca es el entorno de tensión emocional, depauperación y pobreza cultural en el segmento de los obreros y trabajadores públicos de a pie, y se aplica por lo general cuando un “empleado letal” desata un tiroteo por venganza en un entorno de oficinas, aunque a veces no son trabajadores los autores de estos crímenes, sino simplemente personas sedientas de venganza cuando se sienten víctimas de abusos, como el tiroteo en abril de 2018 en las oficinas de Youtube en San Bruno, California cuando una youtuber enojadísima porque le habían “desmonetizado” sus videos, descargó su pistola contra un vidrio, hirió a tres personas, y después se disparó en el corazón, dos días antes de su cumpleaños 39.

El asunto es que los casos criminales en oficinas postales se siguen repitiendo, como sucedió en 2006 en Goleta, California, donde la exempleada postal, Jennifer San Marco, en un acto de venganza en que asesinó a 7 personas para, acto seguido, suicidarse, poco antes de que irrumpiera el equipo SWAT. ¿Demasiadas coincidencias? Bueno, ya es toda una categoría de crímenes. Así que ¡aguas!, no se vaya a poner postal el compañerito amargado del cubículo de la izquierda.

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