La historia de Kraftwerk / Guía total / 3. Por la ruta del tecnopop: de Autobahn a Trans-Europe Express

El método iniciado con Autobahn se consolidó en Trans-Europe Express en una propuesta muy alemana de un pop de sonidos extraños pero agradables. Música creada enteramente con máquinas, para la vida cotidiana, un pop electrónico o tecnopop, sin la clásica configuración de guitarra(s), bajo y batería, quizá teclados, incluso sintetizadores, como un instrumento más. Se trata de crear algo enteramente nuevo, una forma distinta de crear y sentir la música. Armados con un arsenal de flamantes sintetizadores y voces procesadas fabricaron en su laboratorio Kling Klang canciones muy largas, unas felices, otras sombrías, incorporando curiosos sonidos a la mezcla, tratamientos de ruido y ritmos que rompían los estándares de la industria.

Como asegura Uwe Shütte en Kraftwerk: Future music from Germany, el carácter atípico de Kraftwerk y su música, propone una canción insignia, “Autobahn”, de casi 23 minutos, solo limitado por la duración de una cara del vinil, pero pudo haber durado horas (sic), y ese carácter diferente, extraño, alienígena, le permitió un acuerdo de licenciamiento también casi único en su tipo. Le daba al grupo una total libertad para crear y producir en el Kling Klang, sin la más mínima intervención externa, que se limitaba a la aguerrida labor de marketing y distribución por parte de un personaje fuera de serie, su manager en EE.UU., Ira Blacker, cuyo trato inicial fue la base para mantener una total libertad creativa durante toda su historia, incluidos respetables lapsos entre discos, incluso de varios años, en el misterio total, algo que Hütter declaró tratarse de una “técnica de calma budista”.

El arranque de Autobahn y el hermetismo Kling Klang

Pero fue ese primer contrato que catapultó la invasión suave de Kraftwerk en Estados Unidos, país que los acogió con furor, ya que ganarse a los públicos de Inglaterra y su propia Alemania fue más lento, al principio indiferente y no exento de polémica.

David Buckley refiere en su libro Kraftwerk a biography, algunos de los recuerdos de Wolfgan Flür de aquella época, año 1975 y del enorme Ira Blacker, tanto por su estatura como por su actitud, decidida, visionaria, arrolladora, y que dio a ganar un dineral a los cuatro de Düsseldorf. Solo baste conocer el detalle de este ejecutivo impulsivo y pintoresco, de tomar un avión hacia Hamburgo, con una maleta repleta con miles de dólares. Les pagó en efectivo, sin dudar un ápice en el trato con Ralf y Florian, quienes mantuvieron discreción sobre el monto recibido pero se dice que fue una suma considerable.

Pero nada comparado con el plan de este vaquero, quien llegó a la cita acordada en Hamburgo, con pistola al cinto, algo que en esos años no estaba restringido. Ese mismo día tom´0o el vuelo de regreso y con ese temple convertido en plan de comercialización dio al grupo varios millones de dólares en ventas, lo que significó, precisamente una total libertad para hacer lo que quisieran, y lo hicieron.

Al que no le fue tan bien en este trato fue al “descubridor” de Kraftwerk, el productor que tanto les ayudó en sus primeros discos, el célebre mago del krautrock, Conny Plank, quien cometió un grave error de cálculo cuando el impetuoso Ira Blacker le pidió una reunión para hablar de una versión corta para “Autobahn”, pero el tranquilo alemán le dijo que lo viera con Ralf y Florian porque él no tenía tiempo para una reunión. ¡Se acabó! Lo dejaron para siempre fuera del negocio. Semanas más tarde se dio cuenta de que la canción fue lanzada como sencillo y tocada en todas las estaciones de radio de la Unión Americana, y con gran pena debió tragarse su orgullo ante la alta calidad del corte y el éxito obtenido, aunque Plank hizo el entripado de su vida, según recuerda el exKraftwerk, Eberhard Kranemann.

Los cuatro de Düsseldorf: esos extraños maniquíes asexuados medio nazis

Sin embargo no todo fue tan terso, porque en este arranque varios medios, particularmente el mundo anglófono, malinterpretaron algunos de los conceptos, tanto la imagen del grupo como su música. Se profirieron burlas, críticas mordaces, por la apariencia de androides andróginos, con canciones extrañamente simples pero penetrantes.

Después del lanzamiento de Autobahn, la atención de algunos medios británicos y estadunidenses se centró precisamente en los detalles superficiales, que remitían a una lectura equívoca de la parafernalia, apariencia, conceptos y hasta el sentido del humor de los chicos de Düsseldorf.

Y es que a los Kraftwerk les gustaba gastar bromas raras y mezclaban el humor negro con la ironía kitsch, y su visión de futuro, las máquinas se prestaba a ideas equivocadas sobre una pretendida filosofía filotecnológica acrítica. Por ejemplo una anécdota de Davis Bowie, quien comentó que el chofer del automóvil que ahora ocuparían para una gira, había muerto y Ralf acotó que  los autos siempre duran más que los humanos.

Y hablando de autos, muchos de los símbolos y usos metafóricos de las imágenes, también se ha prestado a debate, como la portada de Autobahn, en la que se ve en dirección hacia adelante, hacia el futuro, un Volkswagen, como el que poseía Hütter, y en sentido contrario, hacia el pasado, un Mercedes, símbolo del poder decadente que es dejado atrás.

Sus intenciones de proponer un nuevo ideario basado en la tecnología y el progreso, para olvidar el pasado nazi, y su idea de llevar el arte a la vida cotidiana, provocó todo lo contrario en algunos tratamientos periodísticos, fueron relacionados precisamente con la estética y la cultura nazi. La culpa la tuvo, por un lado la ingenuidad creada por el repentino éxito del grupo, pero sobre todo un malintencionado texto a partir de una entrevista de Lester Bangs, que publicó con el título “Kraftwerkfeature” en la revista Creem de septiembre de 1975.

Este periodista sugirió a los editores colocar a los chicos de Düsseldorf con imaginería nazi del Tercer Reich, y la insinuación de que con su música buscaban “la solución final”, en alusión a la infame política hitleriana de exterminio, en este caso, dejar que las máquinas la hicieran y tocaran, eliminar a los humanos.

Sin embargo, en ese momento les salió mal la jugada de la ironía de presentarse como “fríos alemanes” a la conquista del mundo (sic), porque la malintencionada pieza editorial fue reproducida tal cual en otras publicaciones en inglés, lo cual metió en apuros principalmente a Ralf y Florian, quienes estaban decididos a aprender la lección y controlar la comunicación, la producción y evitar todo tipo de entrevistas en adelante, ya que durante muchos años fueron muy raras las publicaciones que pudieron traspasar el impenetrable bunker de Kraftwerk.

Fue un momento en la cuerda floja, aunque breve, porque se impuso la maravilla de su concepto musical con “Autobahn”, esa extraña mezcla de sonidos frescos, nuevos, ruidos acoplados de música concreta, y una tonada musical como de niños en el auto en camino de un día de campo.

Después de esta mala pasada mediática se superó inteligentemente a la mala prensa, y la revista Circus calificó a Autobahn como “uno de los más importantes nuevos actos del año”, y Billboard describió el álbum como “una mezcla fascinante de guitarras, percusiones, cuerdas y electrónica”, en tanto que Cash Box enalteció “un dinámico nuevo sonido elaborado con canciones tremendamente pegajosas […] El cuarteto está traspasando nuevas fronteras y lo vemos como parte de una parte significativa de la música progresiva” y con Trans-Europe Express se precisó la dirección paneuropea, el movimiento y el futuro.

Personas cercanas a los músicos atestiguan que sobre todo Ralf y Florian empezaron a ejercer un control estricto sobre la imagen del grupo y sus conceptos, incluso ese inquietante minimalismo en escena, que contrastaba radicalmente con los desplantes escénicos de los rockstars. Un ejemplo de ese control estricto es el mutismo sobre la historia anterior a Autobahn, discografía de la cual no gustaban de comentar, ni que se hablara o publicara algo.

Incluso recuerda Eberhard Kranemann que luego del capítulo de la prensa amarillista y gracias al éxito monetario de Autobahn, Ralf y Florian se volvieron incluso duros con su política de hermetismo total y si alguien publicara o dijera algo fuera de estos estrictos parámetros, recibía de inmediato una carta de su despacho de abogados con algún tipo de demanda.

En ese momento aún les gustaba ser entrevistados y ser objeto de la curiosidad de los medios, como en la fiesta de lanzamiento en 1977 de Trans-Europe Express, abordo de un tren, y sin timidez alguna proponían su manifiesto de simbiosis humano-máquina y de la inevitable vinculación entre lo orgánico y lo artificial, y musicalmente proponían un sonido nuevo, producido por sintetizadores y secuenciadores.

Los cercanos al grupo aseguran que desde entonces Ralf y Florian no volvieron a ser los mismos y no dejaron nunca más un detalle al azar, absolutamente seguros del camino que deseaban tomar.

Trans-Europe Express: el viaje apenas está por comenzar

Pero Trans-Europe Express publicado en 1977, no es un punto de llegada, sino de arranque. La máquina estaba en marcha y no pararía, desde las entrañas del Kling Klang, que ahora estaría vedado al ojo extraño, sobre todo de los medios. Hay que decir también que el estruendoso éxito permitió al grupo allegarse de un importante flujo de recursos, ganándose una independencia celosamente cuidada. Nunca comprometieron su imagen con marcas comerciales y los tratos con disqueras siempre eran bajo sus condiciones, una total libertad.

El encanto de Trans-Europe Express está en su concepto mismo. Es un viaje, una partida, un punto  de arranque, un mensaje poderoso y una invitación. El lugar de destino es el futuro, pero lo que importa no es el lugar sino el viaje mismo. El pasado queda atrás. No hay titubeos, la entrega es total, y la simbiosis con la máquina apenas comienza.

Ralf, Florian, Karl y Wolfgang se embarcaban en el viaje de sus vidas, sin compromisos atados al pasado, pero sin duda con un matiz de nostalgia, como una especie de vintage futurista que a su manera también era la recuperación de un pasado moderno, con una fantasía androide. Ya no habría instrumentos acústicos ni vestigio alguno de la cultura rocker, distanciándose por completo de la explosiva escena krautrock en prácticamente todo el territorio alemán. La producción de Trans-Europe Express fue el momento de las definiciones y se consolida la marca Kraftwerk, sin vacilación alguna asimilarse en la total simbiosis hombre-máquina. La metáfora del viaje europeo es una visión del futuro automatizado con un acabado de caramelo pop.

Los críticos, perplejos ante la estética de un concierto los maniquíes y sus máquinas de hacer música en una especie de escaparate con sus nombres en tubos de neón, eran respondidas con la categórica afirmación expresada en el estribillo “showroom dummies”.

El propio Ralf Hütter para responder a esas perplejidades, solía citar el libro Zen and the art of motorcycle maintenance, y el ballet mecánico de los maniquíes asistiendo a una discoteque a bailar, en una conexión automática entre la música y el cuerpo, interesándose por la interfaz que permitiera desde las articulaciones mismas disparar sonidos electrónicos al moverse con esas alegres melodías de calculadora.

El primer paso dado en esa dirección fue el sistema electrónico de percusiones, con el propósito de componer “melodías corporales”.

Tampoco eran inflexibles cuando lo ameritaba la oportunidad de mercado, siendo también unos genios del marketing, al aceptar por primera vez en Radioactivity una versión en inglés, lo cual redundó en un exitazo descomunal en el público anglosajón, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, un culto alimentado desde sus cimientos con intensas giras. La transportación, la circulación, la movilidad, en la metáfora del viaje, pasaría de las carreteras de Autobahn al sistema tranviario en Trans-Europe Express, la interconexión musical, con la “elegancia y decadencia” atemporal en “Europe endless”.

No es solo el uso de sintetizadores, sino una visión total, una actitud ante la vida y la relación con las máquinas a las que felizmente ven al mando de los procesos humanos.

Después de este álbum permite al grupo consolidar la “política musical” que seguirían en adelante, no solo con el control de la imagen y la producción, que los hacía independientes en todas sus decisiones, sino sobre todo en el rigor técnico para componer, producir y ejecutar su música casi en secrecía, en adelante estrictamente elaborada con medios electrónicos, con exclusión total de instrumentos acústicos, ni en el estudio ni en el escenario, donde tenderían cada vez más a lucir como maniquíes, incluso sustituidos por androides mecánicos en algunos conciertos, lo cual tomaba desprevenidos incluso a los críticos, desarmados con el humor metálico de los chicos de Düsseldorf.

Ese recorrido que hace los casi 15 minutos de “Trans-Europe Express”, es precisamente una invitación al futuro y Alemania como parte de Europa en una nueva modernidad que buscaba eclipsar con su optimismo pop el pasado nazi de apenas 30 años antes.

“The hall of mirrors” es una pieza que sentó las bases del lado oscuro de la fama, un tema frío y gótico, que tendió un brazo de desarrollo musical que exploraría la cara fría de la fama.

“Showroom dummies” es una de las piezas más celebradas por su genial simplicidad, un manifiesto que callará bocas del escepticismo que veían en este desplante una tomadura de pelo, y sería patentada una y otra vez hasta que se entendió.

Otra joya para la posteridad “Metal on metal”, que da forma al concepto de música industrial, en que la música, las pulsaciones y efectos sonoros, algunos extraídos de grabaciones de campo, exponen una panorámica que se volverá influencia y casi estándar en años venideros. “Abzug” no hace más que confirmar esta partida hacia el futuro, pieza oscura y maquinal.

“Franz Schubert es una cita un guiño y referencia nostálgica en homenaje a uno de los grandes maestros románticos alemanes.

“Endless, endless”, sobre un loop de vocoder y otros tratamientos de vocales que también resulta revolucionario, algo que fascinaba a Ralf y Florian y que era una especie de obsesión en los primeros años del montaje del Kling Klang, en tanto que el procesamiento de la voz, que se tenía como el último mito musical, cambiaría para siempre la estética del canto y sería perenne influencia en la historia de la música electrónica.

La pieza que da nombre al disco, se convirtió en piedra angular para el desarrollo de posterior de varios géneros de música electrónica, que inspiró a generaciones que con sintetizadores, samplers y cajas de ritmos irrumpirían en la cultura popular musical electrónica en ciernes.

Imágenes tomadas de:

BBC Music

Zombies en el Gueto

Nick Drake

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