Por Sylvana de Sardes
Aunque de las prácticas sexuales de Oriente sólo se sabe lo más superficial o lo que difunden los medios masivos de manera ultra simplificada, para los antiguos tener sexo, por ejemplo en China, tiene que ver con una filosofía vital, que concibe el placer no como un ritual monástico –según versiones de folleto para turistas–, porque el goce mismo es una manifestación de la vida, y el acto sexual una de sus manifestaciones de la eternidad.
Como en el budismo zen las contradicciones encierran un sentido: ahorrar mejor par gastar con placer, porque el más intenso, pleno, duradero, es al mismo tiempo revelación de una disciplina, algo que cobra especial importancia en una sociedad educada mayoritariamente con los valores occidentales del consumo y el despilfarro, donde la disfunción eréctil, la frigidez psicosomática y otros padecimientos como la eyaculación precoz son atacados con modernos y costosos medicamentos, o aparatos milagrosos que no atienden las causas.
El camino del Tao es una filosofía práctica que nació en China hace más de 2000 años, y libre de los prejuicios occidentales, considera la sexualidad como parte integral del ser humano y del universo. No existe el morbo, la culpa o la represión, y el sexo no es en manera alguna “pecaminoso”, sino altamente satisfactorio, física y emocionalmente y se le relaciona directamente con la belleza y la longevidad, por lo cual en el transcurso de los siglos se convirtió en un arte.
Esta disciplina se basa en tres principios elementales:
– La regulación de la eyaculación
– La satisfacción plena de la mujer
– Diferenciar entre orgasmo masculino y eyaculación
Las enseñanzas de las antiguas dinastías chinas nombran al semen y su energía vital como Ki, el cuerpo la necesita para su salud y armonía. Conservarla en el cuerpo masculino Yang, proporciona la fuerza para enfocar tareas de esfuerzo físico e intelectual y concentración energética. Esta correspondencia en el mecanismo genésico masculino y su importancia para el goce femenino, no podrían entenderse sino en el contexto de una filosofía del goce físico, integrado al disfrute intelectual, algo difícil de entender a la luz del cristianismo y el protestantismo en sus más variadas expresiones, donde la continencia tiene que ver con el pecado, cuando en el taoísmo tiene que ver, por el contrario, con el control mental y una fruición sexual más profunda.
Esto tiene algunas aplicaciones conocidas en el deporte, por ejemplo, cuando se exige continencia sexual a los deportistas que pasarán duras pruebas físicas y mentales, pero no es por la cópula en sí misma sino en la eyaculación, que se verifica la pérdida del fluido de la fuerza primigenia, y es en este punto en que el Tao tiene un camino que enseñar a quienes busquen un sentido más placentero a las relaciones sexuales.
Su práctica, según sus adeptos, puede traducirse en un desempeño incluso prodigioso, en el momento en que se tiene bajo control un combustible sexual que mientras menos se gaste y mejor se controle, más poder proporciona, sobre todo cuando se lleva a la práctica durante varios meses y años, hasta hacerlo un hábito marcial, sí, aunque parezca un ejercicio muscular riguroso, de hecho es bastante parecido, pero como todo empeño, tiene sus recompensas y promete devolver una salud total en la arena de los deseos.
El Tao y la sexología de hoy coinciden en que el objetivo en la relación sexual no es el orgasmo ni la eyaculación, y el Tao indica que la finalidad del sexo pleno es la salud mental y física del ser humano.
¿Cuántas veces podría un hombre tener relaciones sexuales sin eyacular y durante cuánto tiempo? No, no te imagines a un pobre tipo aguantando la respiración y sudando la gota gorda conteniéndose, porque se trata de todo lo contrario, de jugar, de retozar.
La cuestión parece ilógica si se piensa desde una perspectiva en la que se concibe la expulsión de esperma como la finalidad del acto sexual, pero de esta manera es fácil entender la razón de que lo que parece una noche de lujuria termine en cuatro minutos de clímax y eyaculación, muchas veces sin satisfacer a la mujer.
Por eso el control del semen puede convertirse en una tensión emocional que hace la diferencia entre el placer pleno y la frustración; la confianza del hombre en sus facultades para hacer gozar a la mujer depende de este dominio.
Ya sea un coito de pocos minutos o varios de más de una hora lo importante es no tener prisa, y aplicar los sentidos en una experiencia erótica sin barreras físicas o mentales.
Quienes han practicado alguna vez o saben que la base del yoga es la respiración, tendrán una imagen clara de lo que sucede con el Tao del sexo, en el que el flujo respiratorio se convierte en ingrediente orgánico del bienestar energético físico y mental.
Estas son las reglas del Tao esotérico del amor y el sexo:
– Evita pensar en la eyaculación como fin en sí mismo.
– Encuentra con tu pareja una sintonía común, por medio del masaje suave en hombros, cuello y músculos de la espalda.
– Estimula sin prisa las zonas sensibles e invita a tu pareja a hacer lo mismo.
– Antes de iniciar el coito trata de propiciar una atmósfera hipersensorial, con la estimulación de las zonas erógenas y el empleo de todas tus partes sensibles, desde la lengua hasta los genitales.
– Si durante la primera fase del coito sientes una posible eyaculación es algo que puedes vencer apretando con dos dedos, a manera de tijera, el conducto seminal, localizado justo debajo de los testículos.
– Para vencer el deseo de eyacular puedes emplear un conteo de las penetraciones en la vagina de tu compañera, contando tres de corto alcance y una profunda, en series de 30.
– Trata de darle un sentido a la respiración y al ritmo de tus movimientos.
– Cambia de posición cada 10 minutos aproximadamente.
– Es aconsejable descansar para enfocarse en caricias y palabras estimulantes.
– Las veces que puede tenerse relaciones sexuales puede ir desde dos veces a la semana a dos veces al día, pero una sola eyaculación a la semana cuando mucho.
– Mientras más veces se tenga sexo y más tiempo se practique, más asombrosos resultados se experimentan.
Las técnicas del Tao esotérico están destinadas en gran parte a los hombres pero las mujeres, al conocerlas, podemos contribuir entregándonos con toda soltura al arte de retozar y hacer de cada acto una obra de arte.
En una próxima entrega trataremos algunos aspectos terapéuticos del Tao del sexo.
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