Un nuevo álbum en casi una década sabática, el productor británico Luke Vibert con una retahíla de alias, todos con su propio culto, retoma Wagon Christ, uno de sus más aclamados proyectos con su eclecticismo de marca. Con Recepticon no es la excepción, y lanza un objeto de colección, con el arte de su viejo amigo, Celyn Brazier, quien diseñó también sus producciones con Ninja Tune y Astralwerks/Virgin.
Aunque ha producido este año varios discos con su propio nombre, a Vibert le apetecía regresar al concepto Wagon Christ con Planet Mu, con la exuberante colaboración de People of Rhythm Records. Pero ¿de qué se trata? Con la aventura en el Wagon Christ abordó un sabor muy personal en el tren downtempo-acid jazz-trip hop. Con Recepticon recrea, reinventa esa imagen con un abigarrado megacollage sostenido en distintas narrativas.
Cada tema es sometido a su conocida destreza como diseñador de audio, en una especie de orfebrería sonora con el sampler como herramienta de batalla que pone a prueba en posibilidades plásticas. Ese barroquismo que asume tonalidades de burlesque dada-rave, con voces impostadas y el pastiche como estética mete al horno componentes funk, hip-hop y breakbeats que rompen cualquier molde.
Un groove sostenido de ácida fluidez tiende el hilo conductor de este álbum que viene en vinil amarillo en doble funda. En la portada un castillo Moog, con una fantástica ilustración central que su diseñador denomina una “ridícula batalla musical”, entre los ejércitos mecánicos del acid house y la orquesta clásica de Bayreuth, un guiño a la Batalla de San Romano, del pintor Uccello, y que ilustra fielmente el concepto de Wagon Christ: un choque entre estilos, géneros, recursos sonoros y musicales.
Desde el primer track, un forrado “Hello” vodevilesco, es un recorrido por 14 temas, un vertedero de emociones y colores musicales de la más variada investidura, desde la cantata sicodélica en tonantes líneas de bajo y sintetizadores en “Boogie serious”, con samples de voz, diálogos y teatralidad vocal de freak-show: “Introduce you to some real solid groove…” repasa una untuosa voz anfitriona.
Ácido carrusel de breaks agudos de “Hazlehertz” samples vocales en diatriba coloquial con el incesante ritmo de cuerda super calibrada y un bajo gordo y pertinaz. Los fuertes acentos acid house de “Alright” con un tratamiento retro minimalista de coros estilo gospel salpicados de bubble-gum-chick–spoken word, hacen un tema con groove irresistible para pulir el piso con la suela sin despegar los zapatos y los hombros dislocados repitiendo una y otra vez “Alright, it’s allright, it’s allright, it’s allright…”
Entrar en el remanso downtempo hip-tropicalia con “U R here”, repasan el léxico de la suave y feliz cadencia bailable, solo para dar paso a otra gema de este disco, “Never odd or even”, entre el amen-hip de breaks que se coluden con un pianito y órgano bossa con el brillo de un loop saxo-delico, con un salpicón de voces, coros y samples de un denso y cavernoso pitch vocal.
Justo a la mitad del disco, una de las adorables travesuras del sir Vibert, “Special Designer Song” con su intro retro radiofónica es como una pegajosa electro polka en 70rpm. “Bleep Me Out” cambia de rumbo en tónica breakbeat con voces caricaturizadas, y aleluyas sampleadas. Con “Same Ol’, Same Ol’ Recording” regresa al tono de farsa con una cantaleta repetitiva con obesas líneas de bajo.
Las siguientes piezas “Likewutchyadoo” e “Innosynth” rescatan el viaje downtempo con piezas funky montadas en breaks de snare drum de una pureza exquisita, y el tema que titula el disco, “Recepticon”, abunda en la tónica downtempo jazzeado con su ángulo de humor, la batalla se da por concluida. La penúltima pieza del disco es una incursión desatada drum and bass de lo más lindo de su parte y cerrar con “Lavengers”, tema de 3 minutos y medio que abre la guitarra y ritmo bossa con la frase “Oh my God!” y un dejo nostálgico de tapiz ultramarino, cierre inmejorable para un retorno feliz.
Por ahí dicen que Wagon Christ llegó para salvar el 2020, ¿será?
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