En el corazón postindustrial de Detroit, Michigan, emergió un aullido desaforado, y entre chirridos distópicos y despojos de metal retorcido, nació Wolf Eyes, en la cueva de rescoldos desaforados de una icónica comunidad punk hardcore. Abrasión de guitarras descompuestas y caras tumefactas, danzan al fuego los prosélitos de la banda local de culto, Negative Approach (1981-1984). Lobezno hambriento por deglutir el detritus cultural y regurgitarlo con relatos sónicos estridentemente cinemáticos, del otro lado de un azogue resquebrajado, comienza una historia que podría ser la banda sonora de una película de John Carpenter en el siglo XXII.
El origen del culto licántropo del sonido.
Ann Arbor, Michigan, emblemático territorio de autonomías contraculturales, vio nacer en la segunda mitad de la década de los años 90, a una de sus más más orgullosas excrecencias sonoras, parto titánico de los montes a cargo de tres farragosos vástagos. El mito inició como un proyecto solista, a partir de la iniciativa del exintegrante de Nautical Almanac, Nate Young, en 1996, sumándose Aaron Dilloway (1999) y John Olson (2000). Durante un tiempo se mudaron brevemente a la Ciudad de Nueva York, y en cierto punto reclutaron a Andrew Wilkes-Krier (aka Andrew W.K.). La discografía completa de Wolf Eyes podría alcanzar hasta 150 producciones “oficiales”, en sellos como Bulb Records y American Records, entre muchos, otros, sin contar las prolíficas colaboraciones con artistas y proyectos diversos.
Desde 1997 han producido alrededor de 500 piezas, entre cassettes, discos y una cantidad impresionante de grabaciones en directo, series y piezas experimentales, lo cual es obviamente un mito alegremente explotado, convirtiéndose algunas de estas piezas en objeto de coleccionismo extremo, siendo uno de los grupos más influyentes e innovadores de la escena de la música experimental contemporánea. Abrazaron con prestancia lúdica las bases de la música concreta y la improvisación, pioneros en la exploración de diversos géneros, como el noise rock, el drone, dejaron una impronta en el pshycho-jazz y otras expresiones entre la música y el ruido, como el indie “gunk-rock”,desbordando las fronteras sin empacho alguno, inquietante aullido electrónico de frecuencias analógicas de fibra metálica, samples en collages post dadaísta y bromas snuff.
La alineación original de Wolf Eyes dio paso a la conformación de una familia de cómplices y colaboradores fuera de sus límites territoriales. Se estima en más de 190 las diversas colaboraciones con músicos y proyectos afines o convergentes, algo casi imposible de cuantificar. Desde su formación, la agrupación ha experimentado con diversas técnicas de producción y manipulación del sonido y del ruido, y su emblemática fabricación de innumerables y raros instrumentos de viento de madera y sintetizadores fuera de serie, manufacturados por Olson y que, también, por supuesto, alimentan el mito de los ojos de lobo.
En el principio fue el aullido: Caldo sonoro de cultivo primordial.
Pero retrocedamos unas décadas, hasta la implosión disruptiva de mediados de los años 70 del siglo XX, la llamarada punk, que sacudió la cultura musical juvenil de occidente, principalmente en Inglaterra y algunas ciudades en Estados Unidos. Pero se quedó a medias en sus efímeras pretensiones de “romperlo todo”. Lo que sí logró fue poner en el paredón la sofisticada hegemonía de los rockeros y le puso una hoguera a sus vanidades. Evidenció las grietas de esa muralla de arrogancia del virtuosismo, premiada por el monopolio de las grandes disqueras, que gustosas coronaban las ciclópeas extravagancias de un Rick Wakeman o un Keith Emerson, bajo sus torres de sintetizadores, en su tediosa emulación de las músicas “clásicas”.
La veloz autodestrucción de la primera generación punk, y la abierta manipulación de sus glamurosa precariedad por personajes como Malcolm McLaren y Vivienne Westwood, culminó en la emblemática muerte de Sid Vicious por heroica sobredosis, pero dejó la vena abierta para rutas insospechadas en la era del postpunk, una amalgama de lo más diverso y prosaico, que engendró etiquetas como el New Wave, hasta militancias de brutalismo sonoro, del industrial-psych al noise.
El flamazo punk rostizó también los traseros adormilados de los productores en las grandes firmas disqueras, tomándolos por sorpresa. Pero se trataba de un tsunami que no estaba dispuesto a esperar, y así nacieron y crecieron como hongos múltiples sellos independientes, bajo la filosofía de Do-It-Yourself. Y se lo tomaron muy en serio, con todos los medios a su alcance, ya fuera a guitarrazos que sonaban a escupitajos eléctricos o el feedback el uso del ruido y la entropía, la poética contestataria, el nihilismo musical, convirtiendo lo residual en una propuesta estética polimorfa, se trascendió la inocencia pueril del punk. Fue entonces que el Narciso posmoderno se vio reflejado en un pedazo de hojalata en la basura de un baldío… Y sonrió su podrida dentadura.
Sin proponérselo, la breve oleada punk dejó el vacío que deja una bomba atómica, para la inseminación de una verdadera explosión cultural, musical, sonora, atomizando las esquirlas en el universo post, que llegó hasta rincones insospechados en formas estéticas impredecibles, espontáneas y, sobre todo, experimentales -con sus aristas ideológicas e incluso pseudo militancias políticas. En ese espectro, sin fronteras ni límites a la vista, la divisa contracultural postpunk asumió riesgos en su ruptura con el pasado o su resignificación, en una muy agitada polinización recombinante, y un activismo antisistema, que llevó el concepto de Do-It-Yourself a todos los rincones de la cultura juvenil.
Los motivos del lobo. Las comunidades subterráneas DIY: sellos independientes y cassettes por correo.
En las siguientes dos décadas se prohijaron movimientos telúricos en el underground más soterrado de la experimentación sonora y musical. La producción se despojó de distintas maneras de sus ataduras canónicas academizantes, y el acceso a los primeros instrumentos electrónicos fabricados para el mercado, aportó los ingredientes de nuevas propuestas musicales. Pero también se abrió el campo de experimentación y expresión para los no-músicos y hasta los anti-músicos, la incorporación de factores extramusicales, como un impresionante caldo de cultivo de experiencias sonoras que se han convertido en mito y leyenda.
La representación estética de la entropía y el caos podría ser atacada desde el uso y reutilización de objetos sonoros, como una cinta magnética y una extensa familia de cacharros musicales hechos en casa. La música y el arte son torturados con la intención de extraer el zumo ácido del corazón de sus temores más profundos. El sonido se vuelve en un instrumento cinemático de violenta narrativa.
Una de las expresiones de mayor impacto y arraigo fue la proliferación de sellos independientes, que potenciaron la energía del momento en una cantidad impresionante de bandas, proyectos y colectivos. Y un fenómeno concomitante fue la producción musical en cintas de cassettes y su distribución vía postal, que en algunas redes se erigió en un verdadero culto.
La cultura de distribución de música y experimentación sonora en cintas de cassettes, conocida como cassette culture, tuvo sus inicios a mediados de la década de 1970 y se desarrolló principalmente durante las décadas de 1980 y 1990. Esta red emergió y se extendió por diferentes partes del mundo, impulsada por la proliferación de las grabadoras de cassettes y la facilidad de distribución postal.
Hubo varios nodos de producción y distribución de la cassette culture, como en Reino Unido, durante la década de 1980, con una fuerte presencia en la escena musical independiente y experimental. Sellos discográficos como Industrial Records, del colectivo Throbbing Gristle, y el sello de música industrial Broken Flag, fundado por Gary Mundy, fueron pioneros en la distribución de música en cassettes vía postal
En Estados Unidos se desarrolló de manera notable en la escena del rock alternativo y la música experimental. Artistas y sellos como R. Stevie Moore, Half Japanese, John Zorn y el sello ROIR (Reachout International Records), junto con Wolf Eyes, jugaron un papel fundamental en la difusión de música en cassettes por correo.
En Alemania se manifestó con fuerza en el movimiento musical denominado “Neue Deutsche Welle” durante la década de 1980. Artistas como Der Plan, Einstürzende Neubauten y Die Tödliche Doris utilizaron los cassettes como una forma de distribuir su música experimental y desafiar las convenciones musicales establecidas.
En Japón esta cultura creció y se expandió dentro del movimiento musical conocido como “Japanese underground”, y el género japanoise, en la década de 1980. Sellos como Alchemy Records y los artistas y bandas como Merzbow, Hijokaidan y The Gerogerigegege, entre otros, fueron algunas de las figuras destacadas en la experimentación sonora y la distribución de música en cassettes, un ecosistema soterrado en el que se acopló una licantropía sonora en ciernes y que hoy son parte de la mitología de la música underground.
Cepillando la discografía del mito y otras veleidades.
Si bien sería interminable reseñar la discografía de Wolf Eyes, existen algunos hitos en su abigarrado camino de curiosidad acechante, a la caza de la presa perfecta. Uno de los trabajos más destacados de la banda es su primer álbum, Wolf Eyes (1998), publicado en el sello Bulb Records. En su estentóreo debut, el grupo se enfoca en el ruido y la experimentación, con temas que derraman abrasivos riffs de guitarra y percusiones escalofriantes, efectos electrónicos y manipulación de samples vocales, siento ésta una de las improntas, sello de la manada, una poética pedestre, spoken word, encerrada entre cámaras de eco y reverberaciones tremendistas, en desatado lirismo, por parte de Young.
Con el álbum Dead Hills (2002), otro álbum emblemático, exploran a profundidad el detritus sonoro de una naturaleza sórdida y brutal. “Dead Hills”, la pieza que lleva el título del álbum es una de las más poderosas de sus primeros años, con la aviesa manipulación de bucles de cinta reproducidas al revés, con efectos de cinematismo de terror, que incorporan ruidos incidentales que inducen a la paranoia persecutoria.
La decadencia suburbana de Detroit que evoca postales de una chica tumefacta de whiskey en una pocilga adornada con pieles de ardilla y aullidos lastimeros de lobos hambrientos con un tapiz sonoro de polvorientos juegos de arcade, donde cada molécula del ambiente pareciera estar microfoneada.
“Dead Hills 2” y “Rotten Tropics” manufacturadas con pulsaciones y ritmos.
También en el año 2002, producen Slicer, una experiencia sonora única y desafiante, que encapsula la esencia experimental y vanguardista de la banda. Wolf Eyes, conocidos por su enfoque experimental y su uso creativo de la distorsión y la manipulación del sonido, logra en “Slicer” una obra que se sumerge en lo más profundo de la psique y transporta al oyente a un territorio inexplorado de ruidos y texturas.
El álbum comienza con una introducción envolvente, creando una atmósfera inquietante y misteriosa que establece el tono para lo que está por venir. A medida que avanza, “Slicer” se sumerge en una serie de paisajes sonoros densos y caóticos, donde las capas de ruido se superponen y se desintegran, creando una experiencia auditiva inmersiva y visceral, a lo largo de siete tracks sin título.
Las series Asylum Style, diseminadas entre 2003 y 2005, representan la esencia de lo aleatorio y el caos. Documentan los trabajos del trío fundacional, Olson, Young y Dilloway, en siete portentos de mutaciones sonoras.
Las Asylum style series catapultan un paquete de lanzamientos con un enfoque en el sonido industrial y experimental, y la exploración de territorios oscuros y perturbadores en la música.
- “Asylum Style 1” (2003): Este álbum se caracteriza por su sonido caótico, lleno de ruido y texturas desgarradoras. Incorpora elementos de electrónica experimental y énfasis en la improvisación.
- “Asylum Style 2” (2003): Continuando con la estética del primer álbum de la serie, este lanzamiento sigue explorando sonidos abrasivos y oscuros. Es una continuación del sonido experimental y disonante característico de Wolf Eyes.
- “Asylum Style 3” (2004): En este álbum, la banda sigue experimentando con ruido, pero también incorpora algunos elementos más melódicos y de estructura musical. Aunque sigue siendo inquietante y caótico, hay una mayor atención a los detalles en el sonido.
- “Asylum Style 4” (2005): En este último álbum de la serie, Wolf Eyes continúa empujando los límites de la experimentación sonora. El ruido sigue siendo prominente, pero también se exploran otros aspectos del sonido, lo que resulta en una experiencia auditiva variada y desafiante.
Otro trabajo destacado es Burned Mind (2004), considerado por muchos críticos como el álbum que marcó el auge de Wolf Eyes en la escena de la música experimental-noise. En este trabajo la banda mezcla elementos de la música industrial y del postrock, utilizando efectos de distorsión y feedback para crear un sonido inmersivo.
En 2006 se publica Human Animal, un ejercicio en la expresión artística a través del ruido, donde la experimentación y la exploración juegan un papel crítico. Cada tema es una manifestación de la potencia y la agresividad del noise, creando una experiencia única y catártica para el escucha, siendo un álbum icónico y esencial dentro del género, y fundamental en la discografía de Wolf Eyes.
Uno de los proyectos más sorprendentes de Wolf Eyes, es su colaboración con el músico experimental de Japón, Merzbow (moniker de Masami Akita, precursor del Noizu o japanoise). Juntos, lanzaron el álbum Black Earth (2007), considerado por muchos como uno de los trabajos más extremos y experimentales en la historia de la música ruido.
Otro de los trabajos de potencia atronadora es Impersonal, amplified, unknown, de 2009, bajo los sellos Gods of Tundra, de Mike Connelly y American Tapes. Aclamado por la crítica especializada como un feroz ejercicio en la libre expresión y la exploración sin restricciones. La colaboración de los tres miembros de Wolf Eyes en este álbum se siente como un diálogo intenso entre mentes creativas, cada una dejando su huella única en la composición. Los momentos de caos y quietud se entrelazan con una maestría excepcional, y la sensación de lo inefable y lo indómito resuena en cada una de las tres pistas. Este álbum no es solo un testimonio del talento individual de los participantes, sino también una prueba de la fuerza colectiva y la visión artística compartida.
I Am a Problem: Mind in Pieces (2015) es el debut de Wolf Eyes en Third Man Records, con un trabajo que autoproclama el subgénero “trip metal”, para incorporar una serie de temas imposibles de categorizar, pero que se distingue por la intervención de guitarra y batería, muy al estilo Wolf Eyes, un giro inesperado, manifiesto de autodisidencia en su trayectoria.
En 2017, la banda lanzó Undertow, un álbum que muestra una faceta más oscura y contemplativa, enfocado en la creación de paisajes sonoros profundos y densos, utilizando técnicas de producción y grabación más sutiles y minimalistas.
Se trata de uno de los discos más notables y celebrados, que da un giro en su línea discográfica, lanzado cerca de su vigésimo aniversario como agrupación. Le confirió la consideración del trío de más larga vida en la experimentación electrónica primitiva casera, poesía y vibras, con motivo del lanzamiento de su propio sello, Lower Floor Music, que estrenan con esta producción. Les gusta describir esta nueva aventura como “Frente radiactivo de audio nuclear grabado con cinta adhesiva sobre la humanidad”.
Este álbum se coronaría como el álbum número 100 en su haber. La crítica especializada le confiere el honroso rango de un “álbum bastardo y feo”, un intento de Nate Young, James Baljo y John Olson para destrozarse las mentes, con un enfoque de “free jazz” torturando una guitarra discordante hasta hacerla irreconocible, en el tema “Laughing tides”. Con “Empty Islands” atacan metálicamente el clásico sonido de las barras del lábaro tejano, más profundamente en la abstracción de ruidosos lamentos.
Las texturas metálicas y los murmullos vocalizados a la Lou Reed del tema del título de un metrónomo imperativo que lleva de la mano hasta la pieza final “Thirteen” de casi 14 minutos con unos Wolf Eyes que diezman su sonido con una absorción total.
Las piezas de patetismo poético vocal, muestran el carácter anti-lírico de Nate Young con un lamento hipnótico fúnebre: “I spent too much time staring outside / That place is never gonna change… will this lull ever quit / Let it come down and be my end.”
En “Thirteen” explora la introspección con: “As my brain ferments, in its torment, thoughts become few”, que cabalga sobre reverberaciones del de cuerdas en la guitarra disonante de Jim Baljo y los flujos de viento de Olson.
Manada de lobos mecatrónicos.
Uno de los trabajos más ambiciosos de Wolf Eyes llega en 2023, Difficult Messages, reúne una serie de sencillos en 7 pulgadas, derivado del proyecto original de presentaciones de Wolf Eyes y muchas de las colaboraciones de Young y Olson, como: Alex Moskos (también Drainolith, AIDS Wolf), Gretchen Gonzales (exintegrante de Slumber Party), el compositor Raven Chacon y uno de los vértices de Eyes Wolf, Aaron Dilloway.
En esta compilación para coleccionistas empedernidos, Wolf Eyes, ya una institución del movimiento noise en Michigan, se trabajó con varios de sus pares en esta trayectoria de dos décadas y media, con una serie de piezas relativamente cortas, que explora ritmos fracturados electrónica abstracta y un blues demencial y otros sonidos que birra la línea entre música y caos sonoro.
Incluye temas acreditados a Wolf Eyes, pero la compilación abarca colaboraciones emblemáticas con su distintivo. Alexander Moskos (Drainolith, AIDS Wolf) figura en varias piezas, como “Dank Boone”, uno de dos, bajo el alias de Short Hands, un híbrido abstracto de funk hip-hop. Otro proyecto con Moskos, Time Designers, presenta una exploración rítmica con cajas de ritmos que se entrevera en patrones mutantes de juke y techno. Animal Sounds se desplaza entre lìneas cortadas de bajo, y sampleos de la ardilla roja de Michigan. El experimento de blues distorsionado de Young y Olson con Stare Case, nació a iniciar la década de 2010, presenta una cruda carcaza de sonidos puros con “Lost Head”. Otro track notable de esta compilación es “Tulsa Once” por parte de Wolf Raven, con la colaboración del artista experimental, ganador del premio Pulitzer, Raven Chacon, breve tema que aplica frecuencias distorsionadas magnificadas y empalmadas. Universal Eyes, la fusion de Wolf Eyes y Universal Indians, con la participación de Aaron Dilloway y Gretchen Gonzales, “Tense Lapse”, es un experimento de tormenta sonora y alaridos en masas fluctuantes de collage de sonidos y efectos electrónicos.
La segunda caja de la serie está inserta en una escultura de un reloj destrozado pero funcionando, elocuente representación de su propio trabajo sonoro, incluido Time Designers (Young y Moskos), cajas de ritmos desmembradas y Wolf Raven (Chacon, Olson y Young) metales chamuscados y secuenciadores explosivos, via the un reptante ritmo en ‘Dank Boone’ como incursiones en temas rancheros ‘3rd Night Tax Edit’ (ambos por Hands, aka Moskos, Olson y Young).
Creados como mecanismos de supervivencia durante el confinamiento del Covid, un factor de disociación y de disociación paranoide, como en ‘Lost Head’ por Stare Case, alias de Young y Olson, con lamentos que podrían ser una reiteración nerviosa como equivalente de la rutina compulsiva para pasar el tiempo durante el encierro: “I’m coming back for you”.
“Tense Lapse”, un track por Universal Eyes (Dilloway, Gonzales, Olson y Young) presenta metals degradados cubiertos por una pátina de explosiones de vientos, sobre una voz casi inaudible envuelta en una vorágine de ruido, en una atmósfera de claustrofobia. En “Michigan Red Squirrel”, de Animal Sounds, la naturaleza se mofa de los humanos. El track de Time Designers, “Passive Tempos”, con un tempo bailable parece empalado con aterradora inercia.
La normalización de lo extraño es una impronta Sonora que hace a Wolf Eyes tan atractivo, con un espectro con colaboraciones desde las leyendas del free jazz y productores de música bailable, desde Anthony Braxton y Marshall Allen, de Sun Ra Arkestra a Beatrice Dillon.
Lupercalias del siglo XXI.
La fama de Wolf Eyes atraviesa cientos de producciones, divisiones en su personal, reuniones, colaboraciones diversas y fases paradigmáticas que representan la inquietud de varios momentos en esta prolífica incursión en la experimentación sonora, desde los crípticos eco-sistemas de Dread (2001) los oscuros escarceos metálicos en Burned Mind (2004) hasta el áspero y deforme psycho-jazz de No Answer: Lower Floors (2013), que refieren una búsqueda entre el ruido y el ambiente derruido de una época decadente de una realidad mutante.
Sus discos en Sub Pop: Burned Mind y Human Animal evocan una violenta interfaz humano/máquina, como si grabaran sueños techno-utopicos convertidos en ataques de pánico de cyborgs.
Entrevistados por Arielle Lana LeJarde de la revista The Fader, previa al lanzamiento, refiere que el disco fue grabado después de terminar la residencia de la Biblioteca Pública de la Ciudad de Nueva York a principios de 2022, pero con el Covid, el acceso a la misma se limitó, por lo que decidieron pasear y se toparon con la exposición del MET, El Surrealismo más allá de las fronteras, que se convirtió en una importante influencia en el concepto del álbum, sobre todo en su conocimiento de la poesía spoken-word de los surrealistas de Chicago.
El año 2023, marca el 25 aniversario de la colaboración entre Young y Olson. Y lo celebran con abundancia con tres lanzamientos.
El más reciente álbum completo de Wolf Eyes, producido en dúo por Nate Young y John Olson, su primer álbum en seis años, publicado en mayo de 2023 en el sello Disciples. Dreams in Splattered Lines, producido con el núcleo dual del proyecto, John Olson y Nate Young. Esto muestra en esencia la clase de colaboración casi química entre Olson y Young, en una obra de gran solidez, cuando abstraen de su nebulosa un destilado de brevedad concentrada, con 13 temas que toman distintas rutas, algunas que retoman los familiares tratamientos de sus primeras épocas, y otras llevan a destinos inesperados. Los temas “Find You (Vocal)” o “Plus Warning”, se remontan a sus orígenes de las míticas deconstrucciones de sonidos y percusiones fragmentadas y asperezas electrónicas, arsenales de instrumentos de viento caseros, y el sardónico sello vocal de Young. Temas como “Days of decay” llevan a la era de Dread/Burned Mind con niveles de tensión extrema e intensidad cáustica.
Pero una buena parte de los cortes de Dreams in Splattered Lines explora nuevas ideas y concepto sónicos. El despliegue vocal de Young en “Exploding Time” se mezcla con fuerza con las rítmicas pendulares en la marea de feedback electrónico. Contrasta con el collage sonoro de “Pointerstare” con lejanos injertos de música de radio, se disuelven en un bucle volátil.
También en 2023, Wolf Eyes lanza la secuela de Feedback & Drums Vol. Two, que supera en firmeza y amplitud al volumen 1, y haciendo honor al título, se trata de un trabajo de experimentación de percusiones en feedback, llevando el concepto al límite de lo musical, en un paisaje que deambula entre lo hipnótico y lo caótico, ruido rítmico, estética latidos cardiacos y letanías vocales.
Ojos de ráfaga incandescente, disidencias y sinergias destartaladas.
Típicamente se les clasifica como noise, y si bien es exacto para sus ráfagas y estallidos sónicos en su primer material de los años 2000, actualmente sería una etiqueta equívoca. Un ejemplo es, precisamente, el multicitado Undertow, más estructurado y musical.
Una identidad sonora construida en las oscilaciones entre las frecuencias del ventilador, el refrigerador y el aire acondicionado. –Baljo.
“Mi música es muy seria –dice Olson, entre risas– pero no me interesa tomarme a mí mismo muy en serio, porque eso implicaría…”, y todos empiezan a aullar.
Nuestra música es social, acota Young, “hay necesidad de elementos de comedia y de drama”, y hasta pensaron incluso en montar su versión de Hamlet: “somos teatro clásico”.
La influencia de Mike Connelly es indeleble, después de su intermitente pero imborrable colaboración discográfica con Wolf Eyes: Burned Mind (2004), Human Animal y Always Wrong (2006) y las series de discos de 7 pulgadas The Driller (2005, 2007 y 2008).
Stabbed In The Face es uno de los más representativos trabajos de Wolf Eyes, pulsaciones, cuchillada tras cuchillada a una densa masa de carne electrónica, feedback y voces sofocadas.
Una de las colaboraciones épicas, con Anthony Braxton, The Mangler, grabado en vivo en 2005, completándose la tercia con Mike Connelly, en un acoplamiento de extrema sincronía.
La fascinación por la impostura fake.
La contracultura engendrada desde la visión de Wolf Eyes celebra la ironía total, diciéndose felices pioneros de las fake news. Como dijo John Olson en 2017 en la presentación de su libro Life Is A Rip-Off, un anecdotario apócrifo de cómo la banda creó por accidente el sonido indie “gunk-rock”, luego de reventar un amplificador que les prestó Jack White y que Nate Young “reparó” con una bocina estéreo portátil. Es una publicación impresionante, que relata mediante reseñas de discos (escritas una por día), eludiendo deliberadamente mencionar géneros, de una selección de producciones discográficas, de Jethro Tull, discos piratas de Velvet Underground, viniles de 45rpm de black metal hasta rarezas del avant-garde. Olson odia la verdad, dice con desparpajo, y como performer, sería un desperdicio no recurrir al desplante “fake” como entretenimiento.
Para ese año, 2017, salieron de gira como trío, para promover el libro y su álbum Untertow, en su flamante nuevo sello, con la alineación del momento: John Olson (aka Inzane Johnny), Nate Young, con “Crazy” Jim Baljo, quien empezó como roadie de la banda, integrándose a la tríada de lobos alfa.
Una de sus parrafadas favoritas, en el entorno fake, creando mitos ficticios para ver “si pegaban”, uno de ellos, se viralizó: en los últimos días de la plataforma MySpace, corrió el rumor de que el integrante de Devo, Mark Mothersbaugh, estaba contratando a todas las bandas musicales que superaran los 20,000 fans, para migrarlos a Second Life (la famosa plataforma de mundos virtuales), para ser reactivadas y siguieran realizando giras en el ciberespacio.
Otros mitos célebres por su falsedad, propalados por los Wolf Eyes, tiene que ver con la difusión de la especie de que Mick Jagger sería propietario de la popular marca de bocadillos al horno de microondas Hot Pockets. Al respecto, en una entrevista sobre el tópico fake, con Jennifer Lucy Allan, para el diario británico The Guardian, Nate Young, exclamó: “el elefante en la habitación ¡me está gritando en este mismo momento!”.
En esa misma conversación, la célebre reportera apunta que en este punto de la carrera de los Wolf Eyes, todo parece de cabeza, al abrazar el caos, en busca de nuevos géneros, como el vertiginoso footwork, de Chicago. “Si todos inventan su propio género y le invierten mucho esfuerzo, el lenguaje de la música será una locura”, advirtió Olson. “Será genial. Como con el juke y el footwork –porque existen, mucha creación que sale a la luz”.
El propio sello de Olson, American Tapes, publicó gran parte del acervo del grupo, hasta que terminó, en 2011 con el número de catálogo 1,000, con una fiesta propulsada con LSD en su club en Detroit. Mucho de ese material se pudo descargar gratuitamente en Bandcamp durante 29 horas, tras del triunfo electoral de Donald Trump, después de que la banda descubrió el bombardeo a Wolf Eyes en respuesta.
También fue Olson –relata la reportera de The Guardian– quien estuvo detrás del abominable asedio sobre el feed de Instagram de la disquera Third Man, sello que perdió a miles de seguidores en unos cuantos días, con carruseles con fotos de rostros horrendos de los integrantes en asquerosas locaciones, junto con memes de Grateful Dead/Simpsons, fotos de Woody Allen y Cher cubiertos de sangre falsa. “Para muchos seguidores raros de Third Man followers fue como un sueño hecho realidad”, recuerda con orgullo Olson.
Es una de las mejores entrevistas, sin duda, en la que se revelan muchos de los misterios apócrifos de la banda. Si bien parecen bromistas empedernidos, hay mucho más que una brecha entre pensamiento y maestría musical, que no suelen acreditarse, apunta Jennifer. En vivo, Baljo toca electrónica y guitarra; Olson toca el saxofón y un sintetizador AKAI de aire (una pieza bizarra de electrónica, que también usa Marshall Allen), y Young canta, habla, recita con algunos efectos y manipulaciones en vivo.
John Olson, el rey del meme en Instagram.
En una entrevista para la revista Exclaim!, con Josiah Hughes, publicada en noviembre de 2017, se rememora el anuncio que Wolf Eyes hizo en 2015 de un nuevo álbum para el sello Third Man Records y, para celebrarlo el grupo invadió la cuenta de Instagram de la disquera, que culminó en la caótica publicación de un vendaval de imágenes repulsivas, y que anunciaba una nueva faceta de John Olson, quien en 2017 se convirtió en una fábrica de memes en dicha plataforma, con su cuenta @wolf_eyes_psychojazz, con un éxito arrollador.
Reticente al principio, a platicar con la revista y refirió que hace años, cuando se tomó un largo descanso en Facebook, su esposa Tovah le habló de Instagra, una red social de puras fotos. Empezó, como todos, con fotos familiares, de discos, zapatos, y no recuerda el primer meme que vio, ni siquiera conocía el término. Se tardó en encontrar una “voz”, y al conocer el significado original de “meme”, todo empezó, en un principio le parecían simples volantes digitales con alguna frase, pero después vio gente doctorándose en el diseño de esas imágenes virales, que podría ser el un discordante colofón de una historia de 25 años, que seguramente tiene mucho más que aullar.
Una discografía sumamente incompleta y dislocada.
Wolf Eyes (1999)
Dread (2001)
Sandpaperd (2001)
Black Rat Floods (2001)
Throats filled with concrete (2002)
Black wind over the sand (2003)
Mugger (2003)
Strangeld in filth (2003)
Wolf Eyes & Black Dice (2003)
Live scum (2004)
Lung malfunction (2004)
Burned Mind (2004)
Always Wrong (2004)
Black Vomit (2005)
Rotting Remains (2005)
Human Animal (2006)
Intrusion (2007)
Time of clearing (2007)
Black Wing Over The Sand (2007)
Dog Jaw (2007)
The Driller (2007)
3 (2008)
A mast of on no shore (2009)
All identical, none complete (2010)
No Answer: Lower Floors (2013)
I Am a Problem: Mind In Pieces (2015)
Clock Warden Vol. 1 (2016)
Strange days (2016)
Undertow (2017)
No Hate (2018)
Difficult Messages (2023)
Feedback & Drums (2023)
Dreams in Splattered Lines (2023)
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