La historia de Kraftwerk / Guía total / 5. Tecnología para las masas: Computer World

Desde que terminaron el disco de The Man-Machine, los integrantes de Kraftwerk se encerraron a crear el siguiente álbum, pero también el escenario y la maquinaria audiovisual que los acompañaría en las próximas giras. La nueva misión del grupo se encaminaba hacia la consolidación máxima de su concepto musical y cultural, junto con el efecto en cadena de sus anteriores producciones en la irrupción internacional del techno pop.

Pasaron casi tres años hasta el nuevo álbum, mayo de 1981, Computer World, en el cual Ralf, Florian, Karl y Wolfgang depuraban su estilo, con una estética sonora y una ejecución meticulosamente diseñadas, en un nuevo género de música de electrónica pop. Pero ya desde antes de dar este paso, con sus anteriores discos circulando de maneras insospechadas por todo el mundo, incrementaría la potencia de una cauda de efectos mariposa de influencias, en los lugares más recónditos. Sus éxitos, de “Autobahn” a Radioactivity, las sintéticas melodías de futurismo pop de “Trans-Europe Express”, la estética vocoderizada posthumana de las vocales, se conjugarían con una pureza y nitidez de los sonidos.

El mensaje era más claro que nunca. Ya no se trataba del simple compositor-ejecutante-instrumentista en arrebatos de virtuosismo cuasi místico, ni mucho menos la vaca sagrada onanista de la cultura del rockstar system. Los cuatro de Düsseldorf eran artífices de sonidos nuevos, investigaban y concatenaban armonías, fabricaban ritmos de insólita belleza maquinal en una forma de vivir el arte. Se comportaban como científicos en su estudio-laboratorio Kling Klang, y tocaban como robo-maniquíes en experiencias más como entretenimiento futurista que un concierto convecional. Hacer experimentos era parte de su trabajo como artistas, todo lo cual quedaría consumado en la fabricación de Computer World.

Operadores del sonido exploran el futuro

Para su nuevo disco emprendieron un trabajo de campo para documentar la base conceptual de sus ideas. Empezaron con una visita a la planta de la IBM en su propia Düsseldorf. Los cuatro pasearon a sus anchas por esas flamantes instalaciones futuristas, donde las máquinas que invadirían el mundo las próximas décadas murmuraban la espera de su momento.

La música mediante computadoras personales había llegado aunque, paradójicamente, no para Kraftwerk, no todavía. Su octavo álbum fue producido enteramente con instrumentos analógicos, con excepción de unas cuantas voces procesadas casi de manera casual.

Esta visión del creador como artesano, del ejecutante como operador, y de los instrumentos electrónicos como extensiones de la mente, quedaría magistralmente plasmada en este nuevo acetato. La música es esencialmente producto de la imaginación, con instrumentos diseñados para servir a su expresión, y los músicos son meros operadores, lo cual queda patente en los parcos créditos de producción en la contraportada del álbum, como si se tratara de un mero personal técnico.

En el libro Kraftwerk, de Uwe Schütte, el propio Hütter cuenta: “estábamos dispuestos a crear un sonido total, no a hacer música en el sentido tradicional, con armonías complejas. Para nosotros es más importante una aproximación minimalista: dedicamos un mes al sonido y cinco minutos a los cambios en las cuerdas” (p. 92).

El autor David Buckley hace notar que desde 1978 Hütter se refirió a su música como “cine acústico”. Incluso en las presentaciones en vivo, dijo en entrevista que la acústica del lugar, las reverberaciones e incluso las personas asistentes, modifican la música.

Como revela también Karl Bartos, “el hecho de que una canción sea compuesta en un sintetizador o una guitarra no hace ninguna diferencia. La calidad es la que cuenta. Sin embargo, si compones en piano, guitarra, flauta, batería o secuenciador, generarás más o menos resultados distintos porque cada instrumento soporta ciertas técnicas y/o conceptos de escritura musical. El medio siempre influye el contenido”. (Buckley, p. 181) Incluso en 2007 Bartos insiste, refiriéndose a la canción “Computer love”, compuesta por él mismo en el Kling Klang: “una melodía no tiene sentido, lo que nosotros experimentamos es una maravilla. Las frecuencias físicas se convierten en un sentimiento. Nadie sabe cómo sucede”.

La autopista, el maniquí y la calculadora de bolsillo.

La cronología temática en la discografía de Kraftwerk es clara: transporte moderno como viaje, realidad atómica y radiodifusión, automatización y estilos de vida artificiales, como si tuvieran una agenda, un diagrama, un programa concreto, más que componer una canción, se crea una obra sinfónica, como reveló Hüter en 1982 a la revista británica The Face.

Aunque fue creado con sintetizadores y cajas de ritmos analógicos, Computer world fue la simiente de su casi predestinada incursión en la ciencia computacional y la producción digital. El icono de sus cabezas en el monitor de una computadora en un pantone amarillo pop amostazado, sería la estampilla de los tiempos por venir: la computadora personal irrumpía en los estilos de la vida cotidiana.

Una de las anécdotas emblemáticas de este episodio tiene que ver con la idea de que usaran todos calculadoras de bolsillo, y Florian adquirió un curioso aparato de bolsillo de Texas Instruments, calculadora traductor a la vez, la MTA-5179 Language Talking Translator. A través de un teclado miniatura se introducían las palabras en alemán, y se traducían al inglés, y con un botón podría escucharse. “Aunque el sonido era muy artificial, encajaba perfectamente con el concepto del álbum, recuerda Flür.

En ese trabajo de campo se encontraron en una tienda de instrumentos con un estilófono (stylophone), un micro sintetizador de sonidos con na interfaz de bolígrafo, que se utilizó en el disco y por parte de Karl en vivo en la gira. Para Flür no había una batería electrónica en miniatura, así que se dio a la tarea de construir una, sobre una especie de lonchera plana, con diminutas cajas de metal recortadas, aisladas del metal por medio de una capa plástica, y se conectaban por cable a la consola, para disparar los sonidos. Solo se podía tocar con una mano, pues con la otra Wolfgang tenía que cargar la pequeña caja.

Schneider poseía una computadora SWTPC 6800 fabricada por Southwest Technical Products Corporation, y Emil Schult la tomó como modelo para la portada. Irónicamente, solo se utilizó está máquina para experimentos con la síntesis de voz.

A principios de los 80 los únicos equipos de cómputo domésticos eran IBM 5150 (1981) BBC Micro, Sinclair ZX Spectrum, Atari 800XL, la Commodore 64 (1982) y la Apple Macintosh (1984). En 1982 había 621 mil usuarios de computadoras en Estados Unidos, en una población de 226 millones.

Los cuatro Kraftwerk estarían en los próximos años inmersos en la programación de computadoras y la comunicación digital. A pesar de que no abandonaban el matiz distópico de varias de sus piezas en este disco sobre el uso de las tecnologías, la relación creativa con las máquinas no solo fue celebrada sino vista incluso con humor por estos artistas alemanes.

Justamente ese tono irónico desenfadado siempre presentes en sus anteriores discos se vuelve marca de la casa y se libran de las polémicas, como su imagen androides andróginos con indumentaria estilo tecno-soviet, su embeleso efímero con la energía atómica, y otras controversias que veremos al final de esta serie.

Computer World. Piedra angular, ¿misión cumplida?

Para la crítica del momento los ingredientes comerciales iban muy bien con la frescura sonora del nuevo álbum, su color eléctrico, su contenido diáfano, cautivador, mantenía la credibilidad del cuarteto alemán, en una iconografía en vías de globalizarse.

La música no es enteramente depresiva sino que transita hacia tonos agradables, con límpidos sonidos de un bruñido pop artificial: diáfanas cajas de ritmos, impolutas líneas de bajo, conjugan perfectamente ritmos irresistibles, melodías pegajosas, que incluso con las voces que con un tono de inquietante neutralidad impersonal hablan de esa tenebrosa vigilancia por los aparatos de instituciones y corporaciones: “Inerpol und deutsche Bank, FBI und Scotland yard / Flensburg und das BKA, haben unsere Daten da”. Un mantra de la sociedad occidental: “Numbers/Money/People/Time/Travel/Communication/Entertainment”, el espíritu líquido, moderno, omnipresente del capitalismo.

El pionero del electro-pop, Thomas Dolby, describió el suceso cultural de la siguiente manera:

“Con The Man-Machine, Kraftwerk definió el sonido rasposo de la electrónica analógica, y tenía un sonido oscuro, fluctuante, borrascoso. Cuando produjeron Computer World, fue asombrosamente limpio. Le tomó varios años al público captarlo, para que nuestro oído colectivo se adaptara. Las computadoras parecían ¡demasiado insignificantes para merecer el título de un álbum! En realidad tomó diez años para que la cultura pop fuera realmente impactada por las computadoras e internet, pero Kraftwerk ya estaba sintonizado en ello”.  (David Buckley, p. 190).

Temas oscuros como el poder de los datos y la información y el control burocrático de la sociedad mediante la tecnología, un matiz siniestro en la letra de tonos oscuros sobre el control social, como el primer tema del disco, “Computer world”.

En el otro lado del espectro lírico del álbum está la microsinfonía de “Pocket calculator”. No solo es una referencia explícita a la calculadora programable FX 501P de Casio, y que se incluye en la contraportada del disco como uno de los instrumentos utilizados. Kraftwerk fue más allá y pidió a la compañía la fabricación como mercancía promocional una calculadora que también fuera un sintetizador, con una hoja instructiva para tocar las melodías. Fue también concepto central para la gira de soporte del disco.

Uno de los temas clave, semilla de los tiempos por venir en el desarrollo de la música electrónica alternativa y de pista de baile durante los 80 y 90 del siglo pasado, “Numbers”, dicta la estética y estilística de varios géneros con su tratamiento rítmico minimalista con una percusión sólida, construida por Bartos, y que se ha escuchado infinidad de veces desde de creación y por ello lamenta, desde entonces, que no haya derechos de autor para un patrón de percusión, un sentimiento agridulce que algo de su invención terminara fuera de control, y lejos de beneficiarse. El beat, una secuencia de 5 notas, es empalmado por un sonido que parece de máquinas de escribir y una secuencia acelerada de sonidos fragmentados logrados con el Minimoog. Las voces hiper procesadas, vocoderizadas, que cuentan hasta el ocho en alemán, intercaladas con el conteo en otras lenguas, han pasado a la historia como una especie de canción de cina para robots.

Eins, Zwei, Drei, Vier, Fünf, Sechs, Sieben, Acht”

La escucha se disuelve con un fraseo melódico de “Computer World”, mezclado con las voces y el ritmo sincopado del anterior tema, con una maraña de ruidos y sonidos artificiales, micro batalla de electricidad en los circuitos, es “Computer World 2”, que conduce la pieza hacia la amalgama de imágenes sonoras de un futuro saturado de tecnologías.

En febrero de 1982 “Computer love” escaló las listas de popularidad y llegó a número uno en Gran Bretaña, siendo quizá el mejor sencillo pop de Kraftwerk, según aprecia David Buckley. Lo cierto es que por extrañas razones de la mercadotecnia, se lanzó como lado B de “The Model” y se mantuvo entre los primeros 20 éxitos durante 7 semanas, en un relanzamiento por parte de EMI, al parecer sin el consentimiento de Kraftwerk. Pero pasaría a la historia como el mayor éxito comercial de su historia. Dos décadas después recuperó la melodía central con un riff de guitarra en lugar de sintetizador, en la canción “Talk”, del álbum X&Y, de Coldcut, para alcanzar en Inglaterra el Top Ten de sencillos.

Ya desde los días del Teletexto, esa pieza de extraña sencillez, compuesta por Karl Bartos un año antes, en el estudio, Ralf Hütter agregó la línea de bajo, donde eventualmente iría la letra “another lonely night, a lonely night”. Una melodía de nueve notas en sintetizador introduce la historia.

Anticiparse a los servicios de citas online (Match.com empezó en 1995) con una oda a la alienación de 7 minutos dedicada a un universo indiferente, una emoción lírica que coquetea con la idea de sexo y amor a través de la computadora y enamoramiento con la máquina misma: “another lonely night, a lonely night”. La repetición funciona para crear un sentimiento de tensión, de frustración.

La letra es simple, como un diálogo cotidiano, y entonces encaja perfecto para la canción. “I don’t know what to do, what to do/I need a rendezvous, rendezvous”.

“I program my home computer / beam myself into the future”, canta Ralf en “Home computer”, sobre una melodía descendente de dos notas, recoge ese tono ominoso, nada que ver con un paraíso tecnológico, tampoco responde a una visión complicada de ciencia ficción futurista como en el imaginario colectivo de la época propulsado por las industrias culturales y los medios en particular, el cine y la televisión. La visión plasmada en este disco, en este tema, es directa y certera. “Automat and telegame/introduce us to the future/Computer for the small business/computer for the home”, pero sobre todo la cultura de la vigilancia social mediante la tecnología.

“It’s more fun to compute” no es más que el cierre perfecto de un álbum conceptual, con la frase melódica viral de “Computer world” en sintetizadores sobre una base rítmica de suave motorización, que mezcla algunos samples de voz de la anteriores piezas, para terminar en una jerigonza de voz atrapada en la máquina.

Sin embargo, a pesar del éxito, o precisamente debido al mismo, y ante la avalancha de grupos que empezaron a considerar los instrumentos electrónicos como parte de una nueva manera de hacer música, se desplegó un encendido debate, proveniente de esa élite rockera que veía amenazada la esencia misma de su cultura y también sus intereses. Incluso se desató una campaña en contra del uso de sintetizadores, al considerarse una adulteración de los “verdaderos instrumentos”, filosofía que detestaban los de Kraftwerk, así que el tema daba para mucho.

Grupos de rock como Queen llegaron a advertir en sus discos la leyenda “No Synthesizers”, no se había utilizado un solo sintetizador en la producción, como carta de “pureza”, y la música generada en computadoras sería la maldición para esta visión de la música, en contra de lo artificial, que incluso se veía como amenaza para los empleos de los músicos sindicados, como el Sindicato de Músicos del Reino Unido, que se adjudicó la puntada de exigir la prohibición de la música electrónica.

Obviamente era una batalla perdida, y un grupo británico lo detentaría con orgullo desafiante a sus glamurosas majestades: “Synthesizers and vocals only”, en su álbum Travelogue, con una sentencia que muy bien podría haber salido del Kling Klang, donde sus operadores sostienen una y otra vez que no les interesa el instrumento sino los sonidos.

Sin embargo, el impacto de este álbum en su momento sería superado masivamente por su efecto a lo largo de los años. Llegó al Top 10 en Alemania. El Gran Bretaña llegó al número 15 y fue premiado con un disco de plata.

Para especialistas como Peter Saville, Computer World es un punto final, una especie de conclusión, por su perfección conceptual, después de siete discos anteriores en el proceso de ser Kraftwerk, habían llegado a un punto de inflexión.

Kraftwerk, robots que bailan, aman y sueñan

Los cuatro de Düsseldorf, lejos de estar encerrados como científicos realmente en su laboratorio, en busca del santo grial de los sonidos electrónicos, amaban salir a bailar con sus chicas a las discotecas de moda en la ciudad industrial. Florian era muy apegado a su chica nativa norteamericana, Sandya Whaley. Karl y Wolfgang compartían departamento con Emil Schult, el diseñador y todólogo del grupo, y tenían siempre compañeras con quienes salir a divertirse, cenar y bailar toda la noche, aunque Bartos no era muy de ir a la disco.

Una de sus clubes favoritos en Düsseldorf era el Mora, en el Alstadt, situado en el corazón antiguo de la ciudad, en la Schneider-Wibbel Gasse, más tarde el preferido era el Malesh, en Köningsalle, junto con otro sitio de moda, el Sheila, después llamado Matchmoore, también en Alstadt, entre muchos otros como el Bagel, el Mata Hari y el Cafe Galaxy.

Hay otro lugar muy célebre por entonces, el Ratinger Hof, con su mayor auge entre 1975 y 1976, era como el CBGBs, donde se generaba lo más importante de la cultura punk y new wave en la ciudad, cuya vida nocturna estaba integrada por gente guapa y rica que salía a bailar.

Uno de los mitos más evidentes en la historia de Kraftwerk es la apariencia andrógina de sus integrantes, asexuada, como extraída de alguna película de androides paramilitares. En la vida real les encantaba salir con chicas.

En el anecdotario del grupo hay numerosas aventuras y deslices, episodios espontáneos, electricidad del momento, sobre todo en las giras en Estados Unidos. Siempre se daban el tiempo de sumergirse en la vida nocturna para visitar los clubes más en boga, descubriendo que su música se había desparramado de una manera increíble, sazonada con los beats requeridos para largas bonanzas en la pista de baile, que disfrutaban a plenitud, pero el favorito de las chicas era sin duda Wolfgang Flür.

Así lo reconocía también el integrante de OMD, Andy McCluskey, dijo en una entrevista que Flür fue durante muchos años el símbolo sexual de la música electrónica, y lo vivía intensamente, porque se decía incluso el más feliz del grupo cuando estaba de gira porque la cultura groupie no podía dejar de aureolar al más apuesto de los carismáticos alemanes. Él  mismo ha dicho en su libro I was a robot que en aquellos años era muy guapo, y muy requerido por las damas, al grado que el poco afortunado Ralf, muy asiduo a las discotecas, pero pocas veces con suerte para el flirteo, no era lo suyo, pedía consejo a su compañero, ávido de que un poco de su atractivo le fuera transferido, pero, pocas veces resultaba.

David Buckley cuenta en su libro que Flür gustaba de alardear un tanto de sus proezas románticas durante las giras, y en Nueva York una noche en el Club Ritz, una esbelta afroamericana de nombre Michelle, quien compró boletos para los dos conciertos y al terminar el primero Wolfgang la encontró, hizo plática, y al finalizar las presentaciones, sin ningún recato lo invitó a su departamento, lo llevó directamente a su recámara tendiéndose en una amplia cama redonda, la primera que veía el sorprendido alemán.

En contraste, Ralf tenía una vida solitaria, vivía solo en su departamento, y pasaba por ser no solo el cerebro más activo, vocero, ideólogo, sino también el “raro”, incluso a veces muy severo, pero también departía con sus camaradas en las pistas de baile, tanto de su ciudad natal como en las escapadas nocturnas que se daban durante las giras, con experiencias profundamente humanas pero incluso también surrealistas.

Las drogas nunca fueron parte de Kraftwerk, sostenido por ellos mismos, al menos no las sustancias duras, siempre preferían el vino, incluso uno espumoso que pasaba por champaña, que servían en el Mora, llamado Sekt, por parte de un célebre mesero que gritaba a todo pulmón “Sekt Korrrrrrekt!!”, que fue grabado como simple para la versión alemana de “The Model”.

Ya desde 1976 eran unas celebridades locales y lo disfrutaban. Además de las escapadas a las discotecas, solían frecuentar ciertos restaurantes a deshoras de la madrugada y se daban algunos lujos estrambóticos, típico de los ascensos vertiginosos. A pesar de que en sus posturas rechazaban el culto a la estrella de rock, sí que les gustaban esos hábitos de clubes, chicas y autos costosos.

A Florian le gustaban los automóviles de lujo, y se compró un Mercedes 600. No era un Mercedes cualquiera, sino igual al que conducía el presidente de Alemania, un tipo Pullman color azul oscuro diplomático, con el que paseaba por las calles de Düsseldorf. Pagó por el vehículo en efectivo 25 mil marcos, producto directo de la taquilla de las ganancias de los conciertos en Alemania, y con esta máquina se convirtió en un rudo cafre, conocido por sus correrías. Después compró un Mercedes cupé, un 280 S color gris oscuro, y también él se convirtió en dueño de los muy pocos Bentleys de la ciudad.

Por aquellos entonces, cuenta David Buckley que un adolescente Ralf Dörper, recuerda haber visto a los Kraftwerk en sus aventuras en su ciudad natal, y su estilo de vida extravagante, inmediatamente reconocibles, con apariencia similar, casi siempre de negro, con cortes precisos, entallados, etilo 60s, totalmente alejados de la moda hippie, lucían simplemente correctos. Se les veía muy frecuentemente en un lugar llamado Café TV o Peppermint, donde departían con sus amigos y con chicas muy cool, subraya el cronista, lo que hacía de Ralf Florian, Karl y Wolfgang verdaderas estrellas de Düsseldorf.

Además del pulcro diseño de vestuario a imagen, encargados en su momento a Pascal Bussy, también eran muy rigurosos con sus cortes de cabello, y pusieron de moda de nuevo lo vintage de las peluquerías, y su peluquero era un sesentón llamado Rindlaub, que vivía en una diminuta vivienda, pero sus servicios fueron requeridos por las nuevas luminarias locales del punk y del new wave, que vieron un reportaje en un periódico, un estilo pre-rock and roll, de finales de los 50, corto de atrás y de los lados, junto con la vestimenta, todo un estilo que incendió en seguida en el Reino Unido.

Kraftwerk

Computer World Tour: una gira total

Computer World, salió a la venta en 1981 y sería apoyado por una gira mundial, que llegaría a más casi 100 conciertos en 16 países de Europa, América, Oceanía y Asia (incluyó Japón, Australia, Hong Kong, India y dos países del este europeo, Hungría y Polonia). Sin embargo, el arranque de tan ambicioso proyecto estuvo marcado por las complicaciones. La primera fecha fue cancelada porque el escenario no estaba listo, aún no había secado la pintura.

La gira fue una hazaña al presentar por primera vez la versión portátil del laboratorio Kling Klang, una estructura audiovisual modular, que fue llevada a una aventura de 80 fechas solo en 1981, incluida una presentación en el Club Nitro, en la ciudad de Detroit, que Hütter recordó vívidamente 18 años después por la entusiasta reacción del público, y sentenció que siempre predijeron que la música electrónica llegaría para quedarse y esa fue una emocionante muestra de ello, como vieron con asombro una y otra vez en distintos clubes del mundo, donde se escuchaban versiones remezcladas de sus temas.

Para esta intensa y muy estresante gira, que incluso hizo presa a Florian de un episodio de pánico, se habían preparado durante tres años y salieron con las vestimentas de The Man-Machine, con sus estrechas vestimentas en negro o rojo, ajustadas, esbeltas figuras que sorpresivamente ya inspiraba a una cauda de fans de aspecto asexuado androides a la moda new wave, que se vestían y maquillaban como los cuatro de Düsseldorf en los conciertos.

Como se convirtió en la norma en los conciertos del grupo, el nuevo diseño en V del escenario colocaba a Ralf, Karl, Wolfgang y Florian de izquierda a derecha, sus nombres, como siempre, iluminados en neón pero esta vez se instalaron en el fondo pantallas de video de cuatro metros de ancho, fabricados especialmente en la Sony de Japón. Se convirtieron en el estándar durante años desde 1981, aunque para hoy se vería muy rudimentarias.

Esto tenía una decisión fundamental, que desde hace años se habían interesado en producir imágenes, pequeños filmes que pronto encontrarían su salida hacia los conciertos. Los video-proyectores habían llegado al mercado y se integraron al equipo que llevarían a todos lados en la intensa gira, para lo cual contrataron a una empresa llamada Light & Sound de Hanover.

Fue una experiencia insólita, ya que se trataba de un equipo totalmente distinto de lo acostumbrado para cualquier show de rock. Cuando los encargados del transporte esperaban ver los típicos estuches de instrumentos convencionales, y no esas largas cajas planas de los aparatos electrónicos, que más bien parecía más el equipo de científicos nucleares que de una banda de música pop.

Una de las historias más divertidas y extrañas, típicas de los cuatro de Kraftwerk, fue en la gira europea, en la frontera entre Bélgica y Francia, cuando en convoy fue detenido en la carretera por oficiales belgas, quienes pidieron una revisión de la extraña carga transportada. Enorme fue el estupor al encontrar en algunas de esas extrañas cajas los maniquíes robóticos, réplicas de los músicos, y perdidos en el idioma, fue una verdadera situación surrealista al tratar de explicar a los policías de qué se trataba todo eso, pero finalmente entendieron y siguieron su camino, no sin dejar detrás un dejo de extrañeza, estamos en los primeros años de los 80.

En las presentaciones los cuatro tenían un pasaje en el que sacaban instrumentos miniatura para continuar el concierto, y en algunos momentos incluso bajaban del escenario para interactuar con los asistentes.

Quizá hayan sido las primeros conciertos interactivos en la historia del pop, aunque los happenings eran muy conocidos desde los años 60, lo cierto es que la impresión era mayúscula. Las reseñas de la época los describen más como una juguetería futurista que una reminiscencia a Metropolis, como se esperaría, comenta Buckley, ya que en un momento como en un Arcade en que los juegos se abrieran a los jugadores, los presentes pasaban a ser de ser meros espectadores a uno de los operadores de los pequeños instrumentos.

“Todos parecían autolimitarse al decir “soy un ejecutante de instrumento, pero también nos gusta “tocar imágenes”, así como también compartir los instrumentos disponibles”, declaró Ralf en una entrevista en 1981: “Günter Spachtholz es el ingeniero de video e iluminación encargado de todos los visuales y se sienta a la izquierda del escenario (visto desde la audiencia). En el otro lado de los ejecutantes es el ingeniero de sonido (¡lo llamamos nuestro Hombre dB!), Joachim Dehmann. A pesar de que él hacía el balance final de la salida de audio, cada integrante mezclaba sus instrumentos por separado con hasta ocho fuentes distintas de sonido”.

Kraftwerk

El equipo técnico completo The Computer World Tour lo formaban Emil Schult, Joachim Dehmann, Peter Bollig, Joachim Wiechers y Günter Spachtholz.

Para toda la gira se siguió la misma lista de 15 canciones:Numbers

  1. Computer world
  2. Metropolis
  3. The model
  4. Radioactivity
  5. Computer love
  6. Autobahn
  7. Neon lights
  8. Hall of mirrors
  9. Showroom dummies
  10. Trans-Europe express/metal on metal
  11. Pocket calculator
  12. The robots
  13. Home computer
  14. It’s more fun to compute
Kraftwerk

La gira había sido tan demandante, llena de pequeños y grandes incidentes, que marcó para siempre a Florian. En Australia entró en estado de shock y se perdió durante horas hasta que fue encontrado en las filas del auditorio de Melbourne y debió ser persuadido de regresar al escenario para comenzar el concierto.

La gira terminó el 14 de diciembre de 1981 en Bremen, sin que alguno de los cuatro quisiera saber de salir alguna vez pronto. Y de hecho Florian fue en adelante el más férreo opositor a las presentaciones en vivo y giras, lo cual influyó de manera decisiva en el futuro inmediato del grupo.

Kraftwerk, soundtrack canónico de los 80

Para la naciente década de los 80 “la música del mundo se había dado cuenta de que habíamos inventado un género musical completamente nuevo: el techno pop”, dice Wolfgang Flür en su libro I was a robot. Enfatiza que antes copiaba a las bandas inglesas con sus guitarras y anticuadas baterías, pero ahora ellos eran los padres del electro pop, o “robo pop”, como le gustaba decir a Ralf.

En 1981 la onda electo-pop había llegado a la escena comercial y a la radio. En los primeros meses de ese año salió “Fade to grey” de Visage, un éxito masivo en toda Europa. El tema “Vienna”, de Ultravox, llegó al número dos de las listas de éxitos de enero en Inglaterra. En la primavera Human League, convertido a pop, pegó duro con “Sound of the crowd”, y le seguiría un par de los más grandes éxitos del electro-pop, “New life” y “Just can’t get enough”, de Depeche Mode,

 Tan temprano como 1981, Juan Atkins y Richard Davis, como Cybotron, lanzaron “Alleys of you mind” y ellos, como otros pioneros del techno de la emblemática ciudad, escuchaban a Kraftwerk desde finales de los 70, era frecuente en las emisiones del programa de radio del DJ local Electrifying Mojo. Así como Düsseldorf en Alemania, Detroit era en Estados Unidos una urbe altamente industrializada, cuya banda sonora cotidiana era la rítmica mecánica de las máquinas. Con Computer World se termina una era de fluidez y armonía.

Afrika Bambaataa, “Planet rock”, con “Numbers”, DJ shadow: “What does your soul” look like #4″; Ricardo Villalobos con “Lugom IX” y Traxman con “Computer ghetto”; Beck, “Get real paid”; LCD Soundsystem, “Disco infiltrator”.

En un suburbio semicampestre en Nothingsville el adolescente de 16 años, Richard Melville Hall, mejor conocido como Moby, ha contado su experiencia temprana y “casual” con los discos de Kraftwerk. Gracias a un amigo cuyo padre viajaba a Europa, llegó con unos discos que conectaron inmediatamente las mentes e imaginación de tres nerds adictos a los libros de ciencia ficción.

Uwe Schütte remarca que Kraftwerk se difundió como un meme de internet antes de internet, o como un extraño virus, se empezó a dispersar, multiplicar, reacciona, diversificar y rensamblarse. En Reino Unido la nueva ola de bandas de synth-pop ya estaba bien establecida y dominaría la música británica. Sin embargo, es hacia el continente americano que se dirigirá la atención y tanto DJs como músicos, diestros en el nuevo arte de la manufactura del sonido y, un poco después, el sampler, utilizaría los beats incendiarios de Kraftwerk para crear un manifiesto musical que invadiría el mundo.

El periodista Dankmar Isleib entrevistó a Ralf para la revista alemana Musikexpress, con el título “Kraftwerk – Electronic Lifestyle”, y entre otras cosas Hüter declaró  que “Kraftwerk representa algo verdaderamente estricto, algo que hemos estado haciendo durante años. Realmente no somos flexibles”. Esta declaración, entre otras muchas de Ralf, no era necesariamente compartida por los demás, al menos por Karl y Wolfgang.

Flür de hecho recuerda en su libro que en esa declaración Ralf se pintaba solo y quería hablar por él porque los demás se consideraban de hecho bastante flexibles. Años después reflexiona sobre esas palabras y les atribuye la razón de que Kraftwerk, de hecho, se tornara cada vez más rígido, mermándose la capacidad evolutiva. La falta de flexibilidad, dice Flür, significa desconocer otras ideas y puntos de vista. Incluso señaló directamente a Ralf del estancamiento creativo del grupo, y definitivamente no ponía atención en lo que los demás tenían que proponer.

Un ejemplo de ello era la obsesión por la estética decadente de los maniquíes robotizados que Ralf llevaba al extremo con el diseño de los modelos que serían utilizados en las siguientes producciones, ideas para las cuales no admitía réplica.

Muy pronto esta situación llevó a una serie de tensiones que iniciaron precisamente al regreso de la gigantesca gira de Computer World, que agotó no solo las energías del cuarteto y su equipo técnico, sino las ganas de seguir conviviendo de cerca.

Algunas circunstancias como la inesperada mudanza del antiguo y legendario departamento que compartían como tres desenfadados solteros Karl, Wolfgang y Schult, anuncio con el que se encontraron de regreso a Düsseldorf, significó un antes y un después en la vida cotidiana de los integrantes, y fue parte de las grietas que pronto serían insalvables.

Para el siguiente disco vendrían cambios, uno de los integrantes decidiría irse y la carrera de Kraftwerk tomaría un intrigante giro.

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